La masacre de los chicos del pueblo

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Por Alfredo Grande
(APe).- El debate sobre la nueva normalidad es otro de los disfraces de la cultura represora. Porque, aunque sea nueva, de ninguna manera será normalidad. Sin embargo, los disfraces no deben subestimarse. Tienen efectos análogos a la publicidad. Construyen con prisa y sin pausa el alucinatorio político social. Una de las formas de neutralizar esos efectos son los “analizadores históricos”. Analizador en tanto tracciona lo fundante a la superficie y entonces lo esencial es visible a los ojos. Aclaro que a los ojos encubridores del sentido común. La matriz mercantil y con voracidad lucrativa de las mega empresas no son análisis de las izquierdas trasnochadas. Lo dicen los orgullosos jefes y jefas de los Estados Opulentos del Occidente. Una vacuna por el amor de Dios, del Fondo, de Pfizer, porque parece que el covid 19 no respeta jerarquías ni clases dominantes.

Al decir del Presidente de la Argentina, habría que incluir en los imbéciles profundos a los que siguen sosteniendo que el consumo es el motor de la economía. Cuando todes sabemos que el consumo es de mercancías y que no satisfacen necesidades (de los explotados) sino que aumentan ganancias (de los explotadores).

Pues bien: la nueva normalidad incluye que la vacuna sea la mercancía equivalente al patrón oro. Serán los tiempos del patrón – vacuna. Y pronto llegará el covid coin, reemplazando definitivamente a los dólares. En el mundo de las elites financieras, que está sobresaturado de malas personas, el covid será un peligro, pero también es una maravillosa oportunidad.

Escribí en los primeros meses de la cuarentena “La dimensión viral de la cultura represora”. Cuando escuchamos los sonidos de los analizadores históricos, quedamos en el mejor de los casos, en el incómodo lugar del idiota del pesebre. Aislados, sitiados, ridiculizados, denigrados. En el peor, secuestrados, torturados, asesinados. La vieja normalidad se despide con el furor de las vacunas y el furor de las masacres.

En el nivel de la política fundante, que sostiene que la lucha de clases es el motor de la historia, solo hay dos registros: masacre // guerra revolucionaria. En otras palabras: para enfrentar a las diferentes formas de masacre son las diferentes formas de guerra. Con la pluma, con la palabra, con el humor, con la metralla. La tragedia actual es que no hay formas consistentes de impedir las masacres. La crueldad le tuerce el brazo a la violencia.

Lamentablemente, muchas y muchos se oponen a la violencia, y por lo tanto se torna imposible enfrentar a la crueldad. Ninguna masacre es improvisada, espontánea, sorpresiva. En “Los niños migrantes y la trampa de un cielo impostor", Claudia Rafael lo marca con el hierro candente:

"Hoy las cifras oficiales hablan de casi 10.000 menores de 18 años capturados en las fronteras. Niñas y niños salvadoreños, ecuatorianos, mexicanos, guatemaltecos que, según las leyes, deberán ser retenidos en “celdas administrativas” conocidas como “hieleras” por un máximo de 72 horas. Aunque los hay en esos encierros por más de 500 días. Son las niñas y niños nacidos del otro lado de los confines. Más allá de los muros construidos por los estados. El que separa Estados Unidos de México (hay 3.142 kilómetros de frontera) se inició durante el gobierno de Bill Clinton y fue abonado y acrecentado durante cada uno de los gobiernos que le siguieron. No importa el signo político. Niñas y niños arrancados de los murallones que dividen y arrojados a hieleras donde sobreviven a fuerza de angustias y miedos".

Masacres migratorias que conmueven por minutos, para dar paso a otra masacre que conmoverá por segundos. Es notable y lamentable que muchos y muchas que repudian la guerra, no hacen la diferencia fundante con la masacre. Las masacres económicas se denominan “costo social del ajuste”, “devaluación”; las masacres ecológicas se denominan “efecto invernadero”, “calentamiento global”; las masacres políticas “golpe de estado” “dicta dura o dicta blanda” “estado de excepción”.

Los disfraces semánticos son muy numerosos. Pero todos encubren, disfrazan, ocultan, el verdadero tsunami: la masacre. Y muy especialmente las masacres de aquello que la cultura represora proclama cuidar, desde el anatema del aborto hasta la desaparición de los “únicos privilegiados”.

Hace más de 40 años el Movimiento Nacional Chicos del Pueblo prendió una antorcha que no se apaga: las niñas y niños son sujetos políticos. O sea: son transformadores de las formas de producción económica y social. Los conservadores sean populares o aristocráticos no pueden tolerarlo. Por eso las masacres son las vacunas de la cultura represora.

Una dosis siniestra de esa vacuna letal la está suministrando en varias dosis el gobierno de Paraguay que gerencia un Estado Terrorista. El Ejército paraguayo, secuestró, torturó y fusiló a las niñas Lilian Mariana y María Carmen Villalba. Al mismo tiempo, sostiene el silencio sobre el paradero de Carmen Elizabeth “Lichita” Oviedo Villalba, una niña de 15 años que fue herida y secuestrada en los operativos represivos del Ejército, donde también detuvieron a su tía Laura Mariana Villalba. Madre de Lilian y María Carmen.

Laura es una enfermera radicada en Misiones que había viajado con las niñas en noviembre de 2019 a Paraguay para que visiten a sus familiares, y desde el 23 de diciembre se encuentra detenida en un cuartel militar. En una nota de Pagina 12, Euge Murillo escribe: “Carmen Villalba, hace 15 años les preparaba a las mellizas Lichita y Anita jugos de frutas todas las mañanas. Las parió cuando estuvo detenida en un cuartel militar del FOPE (Fuerzas de Operaciones Policiales Especiales): “Jamás esperé que fueran dos, me llevaron al hospital y fue por cesárea. Cuando terminó el parto me llevaron de nuevo al cuartel. Cuando volví pensé que las iba a poder tener conmigo, pero solo las tuve hasta que tuvieron un mes y medio. Después de mucha pelea logré que me trasladaran al Buen Pastor y ahí sí las pude tener hasta que empezaron a caminar. Cuando las mellizas cumplieron un año se fueron”.

Los gobiernos pasan, las masacres quedan. Aquellas y aquellos que no toleran mirar las masacres y deciden enfrentarlas, son combatientes de las guerras declaradas y no declaradas. Si la guerra es un crimen, como nos enseñara Alberdi, mayor crimen aún es la masacre.

Las guerras de la independencia, obviamente la primera, son idealizadas. El virreinato era masacrado por la madrastra patria. La segunda independencia es necesaria porque seguimos siendo virreinato. En su versión más degradada: colonia. Hace décadas Arnaldo Rascovsky, prestigioso psicoanalista, fundador de la Asociación Psicoanalítica Argentina, acuñó el concepto de “filicidio”. Y decía que la sociedad paranoica se basaba en la sistemática matanza de los niños. Origen del cuerpo de infantería destinado a ser carne de cañón para gastar metralla del enemigo.

Y en la curva del tiempo espacio histórico, nos encontramos con una nota de Sandra Russo donde escribe: “Morlachetti decía que él no descubrió ni el huevo duro ni el agua tibia, porque lo que viene haciendo desde 1974, mucho antes de que la problemática de los menores institucionalizados estallara, fue, según él mismo explica, aplicar un concepto que rescató del educador brasileño Paulo Freire: 'Nuestro compromiso con los niños no es caritativo ni piadoso; es un compromiso amoroso'”.

Solamente agrego: lo amoroso en su materialidad vincular. En el cuerpo a cuerpo, en el alma a alma. Sin vínculos amorosos no hay vida. Por eso es lo opuesto al amor en general. Lo que podríamos llamar el amor virtual. Universal, Abstracto, Absoluto. Cuando sostenemos ese amor que se apoya sostenido en la materialidad vincular, podemos decir que todo amor es político. Y la política de ese amor es hacer la guerra a todas las masacres porque todas son contra las chicas y chicos del pueblo.

Edición: 4296

 


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