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Por Carlos Del Frade
(APe).- Villa Ana es uno de los pueblos forestales. Su emblema es la chimenea que todavía tiene la corona que refleja la de su graciosa majestad inglesa. Hasta los años años sesenta, tenía más de quince mil habitantes. En el presente, menos de tres mil. Las huellas de las garras de La Forestal, siempre vivas. Ecocidio que continúa. Algún día el estado inglés, corresponsable del talado de cuatro millones de quebrachos colorados, el asesinato de medio millar de personas, el incendio de fábricas y el envenenamiento de las aguas, deberá pagarle algo de los cinco mil millones de dólares que ganaron en medio de semejante ultraje. Algún día esa deuda será una bandera para los pueblos del norte santafesino.
Mientras tanto, las fiestas del pueblo son celebradas en esas ruinas.
¿Por qué un pueblo celebra su cumpleaños colectivo en las ruinas del saqueo?.
El viernes 26 de febrero de 2021, sin embargo, mujeres paraguayas que cocinan maravillosamente, médicos rosarinos que cuentan las historias del latifundio y ayudan a la gente cobrando lo que sea y chicas y chicos menores de treinta años, historiadores, maestras y artesanos, me enseñaron muchas cosas.
Que desde esas ruinas son capaces de crear un recorrido turístico escolar y para la gente en general.
Que están de pie sobre esas ruinas que son su identidad.
Porque entre ellas está la sangre de cientos de personas que pelearon por su dignidad y que no hay nada de malo en eso, al contrario, está el orgullo de transformar el presente para que las chicas y los chicos no se vayan de Villa Ana definitivamente, si no que vuelvan para construir familias y presentes, cuidando las plantas, las flores azules y blancas que explotan por todos lados y los animales increíbles que todavía allí viven y demuestran la diversidad de la naturaleza.
Ese viernes inauguraron un paseo para los artesanos y los productores locales, al mismo tiempo que reivindicaron la historia de la dignidad obrera.
-Necesitamos saber cómo fue posible La Forestal para tener conciencia de lo que hicieron pero también a lo que nos enfrentamos los que somos hijos de trabajadores. Pero acá estamos, en Villa Ana. Nacimos acá y vamos a hacer todo el esfuerzo necesario para quedarnos nosotros y toda la gente y vamos a pelear por trabajo, nuestra identidad, la memoria y la dignidad que nos merecemos – dice Guillermo Sánchez, que desde la mañana estuvo haciendo de todo y por la tarde, con la ropa cambiada, fue el historiador moderador de un panel que se hizo en las ruinas de La Forestal, donde el techo de la fenomenal fábrica parece haber sido arrancado a dentelladas por animales prehistóricos. Y mientras asomaban las estrellas, se descubrió una placa que sintetizaba algunos de los pedidos que exigían los obreros de 1921 para tener una vida y un trabajo más digno.
Son realidades.
Entender el por qué de las ruinas para crecer y levantarse sobre ellas.
Empecinada resistencia de la dignidad humana, pura autoría colectiva, en el norte profundo santafesino.
Ahora, en el sur santafesino…
Pablo tiene veintiún años y trabaja en una pizzería rosarina y es militante barrial en la zona sur, donde muchas vidas de pibas y pibes fueron arrasadas por dos de los negocios impunes del capitalismo como son el narcotráfico y el contrabando de armas.
El día verdadero de la bandera, el 27 de febrero, decidieron mostrar lo que hacen las organizaciones sociales de la llamada Liga de los Pueblos Libres, bajo el lema “Levantá tu bandera”, una jornada cultural, recreativa y deportiva.
Cuando terminó, Pablo, que con el poco tiempo que le sobra de la pizzería también concurre a un curso de talabartería en San Martín Sur, junto a otra quincena de pibas y pibes; Pablo, decía, tomó la palabra y dijo:
-Este es un día muy especial porque acá al lado del Paraná izó la bandera por primera vez. Quería tener identidad. Porque estábamos bajo la corona española y eso quería decir que ellos nos decían lo que teníamos que hacer y no hacer, además de pagarle tributo económico. Entonces se junto un grupo de locos, Belgrano, San Martín y Güemes, se organizaron e hicieron una revolución. Una independencia para ser libres… Nosotros nos tenemos que organizar también, entonces. Para levantar nuestra propia bandera y hacer la revolución….hoy se dice que los jóvenes van a terminar en cana o te van a dar un tiro. Porque esa es la realidad. Pero no tenemos que dejar que eso determine el futuro nuestro…cambiemos eso. Paremos la pelota. Hagamos nuestra revolución. Que no pasen más casos como el de Valentín o el de Paula Perassi…basta de femicidios…-dice Pablo, el pibe pizzero de 21 años que hace el curso de talabartería y que además quiere hacer su propia revolución para no terminar como lo ordena el sistema.
A su lado, estaba Anto, de veinticinco años, hermana de Valentín -el citado por Pablo-, asesinado y desaparecido porque se negó a integrar una banda narcopolicial del oeste rosarino, trabaja ocho horas diarias en un carrito de hamburguesas frente al laguito del Parque Independencia y junto a su mamá sostienen un merendero al que concurren alrededor de 70 chicas y chicos de la zona. También ahora están pidiendo que vuelva a pasar el colectivo por el barrio.
Ella anuncia que ahora viene la música en vivo.
-Somos un grupo de jóvenes representando a los pibes de cada barrio…No es fácil encontrar laburo para nosotros…La droga cada vez acecha más. No encontramos la salida…pero estamos para eso. Para construir caminos. Andemos en eso. Nos tenemos que organizar… ¡Vamos los pibes! – grita con ganas salidas de su corazón invencible.
En tiempos en que el pesimismo parece expandirse, es fundamental mirar mejor alrededor.
Porque hay sueños e ideales y pibas y pibes que desde lugares arrasados por las devastaciones generadas por los mercaderes demoledores de esperanzas colectivas que nos gritan que la historia está abierta y que es imprescindible contar esas postales de la realidad.
Porque lo mejor de la humanidad sigue vivo, a pesar de los pesares.
Edición: 4271
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