Más resultados
Por Silvana Melo
(APe).- Sur profundo del conurbano. Presidente Perón se llama, tan resonante, el barrio de Guernica donde cientos de familias se asentaron en varios lotes limitados por un par de arroyos, calles y una ruta. Unos tres mil niños, calculan ellos mismos, pueblan la toma. Que ya tiene colgado sobre el cuello el sambenito del desalojo. Son los chicos, de la mano de sus abogadas, los que se plantan ante la justicia para pedir que no los destierren. Que los escuchen una vez en la vida. Hacinados, mil veces expulsados, condenados a la calle, un día de julio ellos y sus familias inundaron esas tierras vacías y yermas. Y empezaron a alzar, de a poquito, sus rudimentos de vivienda. Los niños tuvieron horizontes donde mirar y jugar a esconderse sin que los monstruos los encuentren tan sencillamente.
El 7 de agosto el juez de Garantías Nro. 8 Martín Rizzo decretó el desalojo. Un grupo de chicos, patrocinado legalmente por las abogadas Laura Taffetani y Carolina Vilchez, de la Gremial de Abogados, decidió que la Convención de los Derechos del Niño, que ya tiene 30 años y es adulta, adquiriera contenido concreto. Enarbolan entonces el artículo 12 y piden por el derecho de ser oídos y que sus opiniones tengan peso a la hora de una resolución de la justicia. Son tres mil, son una multitud de derechos vulnerados. Una multitud de hambres, de descartes, de desamparos, de fríos, de toses y mocos crónicos frente al fantasma del covid19. Son muchos. Deben hacerse oír.
Ellos mismos lo cuentan en el expediente, con la esperanza de que un día el juez los escuche, cara a cara. O por zoom, por meet o cualquiera de esas formas tecnológicas que ellos no tienen tan claras.
“Esas tierras estaban vacías, no había nadie viviendo antes y pudimos empezar a soñar el tener una casa donde vivir. No sabemos bien cuántos chicos y chicas viven con nosotros pero nuestros padres dicen que son cerca de 3.000. Sabemos que algunos estaban en la calle después que los papás perdieron los trabajos o no pueden trabajar por la pandemia y no pudieron pagar más el alquiler. Otros venimos de alquiler tras alquiler, de vivir amontonados y de prestados en casa de conocidos, de muchos cambios de escuela, de mudanzas reiteradas de barrio debido a la suba de los alquileres, porque no podemos comprar una tierra donde vivir”.
“Este terreno nos significa una esperanza –dicen-, dejar de estar cambiando todo el tiempo y saber que vamos a dormir allí todos los días sin que nadie nos eche. Queremos también un barrio lindo, con lugares donde jugar, con calles como lo están pensando nuestros papás y mamás”. Ellos saben que nada es fácil. Que la policía ya estuvo varias veces amenazando con sacarlos. “Venimos a decir que queremos un lugar donde vivir y también lo queremos para todos los chicos y chicas que viven en los terrenos donde estamos”.
Entonces firman y dicen en la presentación ante la Justicia. Lo dicen con sus nombres, sus apellidos y sus palabras, como para que se entienda. Como para que los que deciden sepan que hay centenares de niños fuera de agenda, que sólo son vistos por el estado cuando hay que reprimirlos o cuando el abandono los mata, que gritan y los oídos institucionales se mantienen en una sordera impasible.
“Me llamo Maca y tengo once años. Vinimos a buscar un lugar porque no tenemos donde vivir. Mi mamá estuvo alquilando en un lugar que era muy feo, entonces nos salimos. Como mi mamá no tenía lugar donde estar nos dejó unos días en la casa de mi abuela y ella con mi papá se fueron a buscar un lugar, hasta que después llegó este lugar donde estamos viviendo, entonces mi mamá dijo bueno vayamos. Yo espero que nos den los permisos para que las personas puedan hacer sus casas así nosotros comenzamos a hacer nuestra casa y vamos a tener donde vivir. Además a mí me gustó mucho este lugar porque es muy silencioso, en todos los lugares donde fuimos antes había muchos gritos y mucha música fuerte a la noche.
“Soy Eli, quiero contar el motivo de la toma de terrenos que está haciendo mi papá, mis tíos y mis tías, nosotros vivimos en la villa 21, en una pieza alquilada, es inseguro donde estamos, mi sueño es tener una casa propia, vivir en un barrio tranquilo para poder jugar con mi hermanita que tiene dos añitos, y mis primos también están acá, una tiene doce años, otro 17 y otro primo de cinco años. Queremos tener un lugar decente para jugar.
“Mi nombre es Antonella, tengo once años, quiero decir que necesitamos un pedazo de tierra para hacernos una casa, porque vivimos en alquiler y nuestros papás no pueden trabajar por el tema de la pandemia, queremos que nos den un poquito de tierra, queremos vivir en un barrio tranquilo.
“Soy Eloy, tengo doce años, estoy acá en la toma porque queremos vivir con mi hermano en una casa y no estar de alquiler tras alquiler, siempre alquilamos, no nos sentimos bien con mi hermano así, estuvimos en muchos barrios, nos cambiamos mucho de escuela, quiero que este barrio sea lindo.
“Tengo once años, mi nombre es Diego, vivía en la casa de mi abuela porque no teníamos casa donde vivir.
“Soy Juany, de nueve años, vivo en la casa de mi madrina, no tengo casa y me parece muy bien venir a la toma para tener un lugar donde vivir.
“Soy Julián, tengo catorce años, quiero decir que estoy viviendo en la toma hace tres semanas ya, porque estamos casi en una situación de calle, viviendo en el fondo de la casa de mi abuela, somos cinco familias viviendo ahí, somos muchos, necesitamos un terreno, algo para vivir con mi mamá y mis hermanos, somos siete hermanos y estamos solos con mi mamá, vivíamos en Varela en el barrio los Eucaliptos, en una tosquera, en un baldío, nos fuimos por problemas entre mi papá y mi mamá, todo terminó mal y nos tuvimos que ir. Quiero un barrio lindo, que se pueda salir a jugar con los chicos y todo eso, espero que sea así”.
Las abogadas le dicen al juez que si el desalojo se concreta, los niños correrán “el riesgo de ser colocados en situación de calle” lo que “conllevaría un posible proceso de institucionalización y separación de sus familias vedados por la Ley”. Y ponen por sobre cualquier decisión, el interés superior del niño, consagrado por la Ley 13.298. Además del aislamiento social que impone la pandemia y que dejaría desnudos e inermes a los niños desalojados.
Hoy en Mesa de Entradas del Tribunal entró la pilita de papeles con las palabras de los chicos. Con el pedido de suspensión del desalojo en las tierras de Presidente Perón. Con el sueño de la casa con ventana al sol y puerta a la dignidad. Con la necesidad de que se los escuche. Para que la Convención no sea un ramillete de deseos colgado de las carteleras institucionales.
Fotos: Vamosporlaliberacion.org
Edición: 4060
Suscribite al boletín semanal de la Agencia.
Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.
Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte