Ni siquiera una liebre

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Por Facundo Barrionuevo

(APe).- Cuando Alex le silbó a los galgos, el domingo por la mañana, no podía manejar la posibilidad de no volver a casa. Como cualquier domingo, en un contexto rural donde la cuarentena es otra cosa, Alex Juan y sus dos compañeros sin más armas que un par de perros, van en busca de unas liebres para la olla, pero también por un rato van jugar a ser libres entre los pastizales.

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Alex Juan Campos tenía 16 años, fue atropellado por Pablo Rodolfo Sánchez (de 57) que los persiguió en una Dodge Ram 4×4, al costado de un camino cerca del paraje El Taladro, Partido de Cañuelas, cuando cazaba liebres con sus amigos.

Del otro lado del vidrio de la ventanilla y encerrado en la camioneta, Pablo Sánchez, minutos después de atropellar a Alex y de decirles a sus compañeros “que lo levanten y se lo lleven”, recibe los gritos desesperados de sus familiares que ya lo saben muerto. La policía no tarda y evita que el linchamiento sea el desborde de la desesperación.

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El corazón ortiba custodia la propiedad privada. El corazón ortiba alimenta la sin razón del atropello de lo amenazante. El corazón ortiba maneja una bestia enlatada, y enlutada, y se lleva puesta la vida. El corazón ortiba identifica adolescente con ladrón y decide que de una u otra manera, por adolescente o por ladrón igual son un problema eliminable.

A Alex lo asesina la bestialidad humana alimentada en la lógica del capitalismo. Ese “campo argentino” que no va a compartir ni siquiera una liebre.

A Alex lo recuerda el MTL donde militaba, lo recuerda y lo llora su club de rugby Las Cañas. Alex es otra pieza más del rompecabezas que nos falta.

Edición: 4011

 

 


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