La parábola del Trinche

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Por Carlos del Frade

(APe).- “Murió el Trinche Carlovich, el ídolo charrúa que fue golpeado en forma salvaje en un intento de robo”, titularon los diarios rosarinos el viernes 8 de mayo de 2020. Estaba internado en el Hospital de Emergencias “Clemente Alvarez” desde el miércoles 5 a la tarde. Tenía 74 años. El ídolo charrúa estaba internado luego de sufrir un brutal castigo en un intento de robo.

"Carlovich ingresó con un traumatismo de cráneo grave, con algunas lesiones hemorrágicas, las medidas terapéuticas se fueron llevando hasta el tratamiento quirúrgico que pudo superarlo. Como suele ocurrir con ese tipo de lesiones, con el correr de las horas el hedema cerebrar y lesiones hemorrágicas tienden a aumentar de tamaño y condicionan la evolución del paciente", resumió la vicedirectora Andrea Becheruchi.

El Trinche, emblema de Central Córdoba que tuvo fama nacional e internacional, sufrió graves heridas el miércoles a la tarde al ser sorprendido por ladrones cuando andaba en bicicleta en la zona de Eva Perón y Paraná. Uno de los delincuentes le asestó un feroz golpe con un palo en la cabeza y lo derribó al piso. Los maleantes se llevaron el rodado y Carlovich quedó gravemente lesionado, dicen las crónicas periodísticas.

Hay en la historia individual del Trinche una ruta de la historia colectiva rosarina de los últimos cincuenta años.

Como Olmedo, Carlovich repite un final absurdo, injusto.

Figuras de los arrabales rosarinos que superaron las fronteras de la ex ciudad obrera y que en su trascendencia llevan señales de esta geografía tan particular y tan amada.

El querido "Trinche" Carlovich no pudo gambetear el guadañazo artero que lo esperaba hace décadas. Desigualdades planificadas, violencias desbocadas. Ahora estarás en la bandeja de arriba esperando que las mayorías cambiemos las reglas de juego en la cancha grande de la realidad para que nadie, nunca más, mate para robar. Absurda, traicionera y dolorosa muerte que debe ser mucho más sentida en el querido barrio Tablada.

La vida y la muerte del Trinche forma parte de la síntesis del barrio y la ciudad. El largo y doloroso viaje desde los años setenta al presente. Cancha chica del fútbol, cancha grande de la realidad. En aquella ciudad obrera, portuaria, ferroviaria e industrial y capital nacional del fútbol, el Trinche brillaba de una manera fenomenal. La planificada desindustrialización y desocupación cambió la piel de la ciudad. Piantó la ciudad obrera. Piantó la magia y también la pierna fuerte, si hacía falta, del Trinche. Y acá estamos. Mordiendo la bronca por el asesinato del Trinche, en una ciudad que debe, indefectiblemente, recuperar aquello que le fue robado para que el presente sea distinto.

En el año 2014, escribimos:

El 17 de abril de 1974 la selección rosarina de fútbol le dio un baile bárbaro a la Nacional.
Fue en la cancha de Ñuls y en las tribunas convivían las siempre pesadas barras de canayas y leprosos. Pero ese día estaban juntas. Cuatro décadas después, ese idilio parece una ocurrencia demencial de un extraterrestre borracho.

La Rosarina le ganó tres a uno al combinado que meses después disputaría el Mundial en Alemania bajo la dirección técnica de Vladislao Cap.

La figura fue el número cinco, Tomás Felipe Carlovich, más conocido como “el Trinche”, el mejor jugador de todos los tiempos como suelen decir muchos.

Era el emblema de Central Córdoba, el club surgido al costado del ferrocarril en el año 1906, en pleno corazón del barrio Tablada, tierra de laburantes donde floreció la experiencia cultural más notable de América del Sur: la Biblioteca Popular “Constancio C. Vigil”.

Casi medio siglo después, el Trinche camina con problemas derivados de operaciones diversas y suele tener otros problemas para gambetear la marca a presión de empatarle al fin del día.

Tablada, en tanto, se ha convertido en permanente referencia de las noticias policiales y Rosario, en líneas generales, sufre el saqueo de su vieja impronta productiva y laboral.

La suerte individual de Carlovich parece reflejar el peregrinaje colectivo de la ciudad.

Ahora, como la sonrisa de Olmedo, Carlovich estrenará nuevas historias, leyendas que no tendrán límites.

Su vida, quizás, sea también la parábola de una ciudad que cobijó su magia cuando era obrera, portuaria, ferroviaria e industrial.

Hoy que ya no lo es, fue víctima de una de las tantas violencias individuales que pueblan las noticias policiales.

La parábola del Trinche, el vuelo definitivo de Olmedo, dicen algo de una suerte colectiva que todavía no quiere rebelarse contra los que imponen las reglas de juego a favor de las minorías. En la cancha chica y en la cancha grande de la realidad.

Fuente: La parábola del Trinche (originalmente publicado en el libro “Soldaditos de nadie. Jere, Mono y Patom. Crónica de una lucha. Rosario, 2014); diarios rosarinos, viernes 8 de mayo de 2020.

Edición: 3998

 


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