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Por Carlos del Frade
(APe).- “…Se conmueven del Inca las tumbas,
y en sus huesos revive el ardor,
Lo que ve renovando a sus hijos
de la Patria el antiguo esplendor.
…¿Y cuál lloran, bañados en sangre
Potosí, Cochabamba, y La Paz?...”, decían los versos originales del himno nacional argentino. La poesía que promete alcanzar la gloria cuando en el trono de la vida cotidiana esté la noble igualdad.
Aquellas palabras hacían eje en la lucha revolucionaria iniciada por los pueblos originarios en tiempos del estado inca.
Por esos sueños colectivos inconclusos sangraron y murieron Castelli, Belgrano y Güemes.
Las nenas y los nenes wichi que mueren de hambre en Salta, en Argentina, constituyen la realidad de las pesadillas que demolieron las esperanzas de esos tres fantasmas hoy devenidos en estatuas y nombres de avenidas, plazas y pueblos.
Los lejanos abuelos de las nenas y los nenes wichi que se mueren de hambre en Salta, en Argentina, en el país de la comida para cientos de millones de habitantes del planeta, fueron las primeras personas que le pusieron el cuerpo a la idea de la revolución y la igualdad.
-Sin que nadie les mandase, los indios de todos los pueblos, con sus caciques y alcaldes, han salido a encontrarme y acompañarme, haciendo sus primeros cumplidos del modo más expresivo y complaciente, hasta el extremo de hincarse de rodillas, juntar las manos y elevar los ojos, como en acción de bendecir el cielo – relató Juan José Castelli a la Junta de Buenos Aires.
-Yo me intereso por vuestra felicidad no sólo por carácter, sino también por sistema, por nacimiento y por religión…es tiempo de que penséis por vosotros mismos, desconfiando de las falsas y seductivas esperanzas con que creen asegurar vuestra servidumbre. ¿No es verdad que siempre habéis sido mirados como esclavos y tratados con el mayor ultraje, sin más derecho que la fuerza ni más crimen que habitar en vuestra Patria? – escribió el mismo Castelli en una proclama el 5 de febrero de 1811.
Por su parte Belgrano, en sus desesperadas cartas a Güemes, anticipaba el desprecio de los negocios del puerto para con las hijas y los hijos de la revolución: “atúrdase V., en la Aduana de Buenos Aires hay depositados efectos cuyo valor pasa de cuarenta millones de pesos; vea V. si lográsemos que se extrajeran para el Interior, como tendríamos los fondos del Estado por derechos cinco millones que todo lo alentarían”.
Para el historiador Carlos Aramayo, “lo que jamás le perdonarán a Belgrano, es que en 1818, avala el pedido de Güemes para institucionalizar el llamado fuero gaucho por el cual cada uno de los peones que prestaban servicio en la guerra por la independencia debían ser tratados como hombres libres y no responder entonces a los caprichos de los señores feudales de Salta, Jujuy y Tucumán. Eso genera un odio de clases contundente contra Belgrano y, obviamente, contra Güemes”.
He allí la explicación de dos hechos poderosos de la historia argentina que solamente pueden comprenderse en el lugar donde sucedieron.
Belgrano, el vencedor de Tucumán, es engrillado y detenido por el gobernador Aráoz porque él forma parte de la clase social que apoyó a los realistas cuando se produjo el éxodo jujeño.
Y de la misma manera, los Saravia y otras familias salteñas que siempre estuvieron mejor con los realistas, traicionarán a Güemes y lo emboscarán en cercanías de la ciudad en junio de 1821, provocándole la muerte.
-Es la misma clase social la que abandona a Belgrano y mata a Güemes. Y la razón es uno de los documentos menos conocidos de la historia argentina, uno de los más profundos, el fuero gaucho. Un documento de emancipación social que hasta el día de hoy tiene vigencia a la hora de pensar la realidad laboral y existencial de los pueblos originarios en estos lugares donde aportaron muchísimo para llevar adelante la epopeya de la independencia – dice Aramayo.
Para el investigador, la guerra de la independencia fue “la única guerra revolucionaria que protagonizaron las masas populares y sus jefes y cuyo escenario principal fueron el actual territorio del Noroeste Argentino y el Alto Perú, hoy República de Bolivia. Existen distintas apreciaciones sobre la cantidad de combates y batallas que se libraron en territorio salteño y jujeño. Según el Archivo Capitular de Jujuy, que estudió Ricardo Rojas, fueron 159, de las cuales 124 se libraron en Jujuy. En un reciente trabajo, Rodolfo Campero, dice que en total fueron 231”.
En el año 2012, cuando se cumplieron doscientos años de la bandera izada por el desesperado Belgrano, la investigadora María Lapasset anticipaba la muerte de las nenas y los nenes wichi.
-Hoy tenemos al 20 por ciento de las chiquitas y chiquitos que viven en la ciudad capital desnutridos. Y eso no es resultado de nada raro. Se trata que les falta comida. Y no hay que ir a Harvard para diseñar una política correctiva. Hay que darles de comer. Pero lo que falta es decisión política. Y eso es intencional – decía con firmeza, sin levantar la voz, pero cargada de sensibilidad y sapiencia la médica cardióloga dedicada a la pediatría y dirigente de la Asociación del Personal de la Salud de Salta, María Lapasset.
Ahora, a doscientos años de la muerte de Belgrano, aquellas palabras de Lapasset fueron proféticas cuando advertía: “Acá hay grupos que padecen la injusticia y la desigualdad más que otros, por ejemplo, las mujeres, los chicos y las mujeres aborígenes que, en gran número son analfabetas. No hace mucho se hizo la denuncia de los chicos muertos en hospitales públicos justamente por la falta de alimentación adecuada”, dice María.
Uno de cada cinco chicos que nace en Salta capital no come bien y eso repercutirá en su desarrollo intelectual y físico.
Las nenas y nenes wichi que mueren de hambre en Salta, en Argentina, son la expresión más clara de la vitalidad de las pesadillas que marginaron, mataron y traicionaron a Castelli, Belgrano y Güemes.
Las nenas y nenes wichi que mueren de hambre en Salta, en Argentina, deberían generar una fenomenal movilización en contra de tanta hipocresía institucionalizada.
Pinturas: "Nuestra fuerza". José Luis Soto González (Muralista mexicano)
"Mujeres wichí". Victoria Grehan
Edición: 3936
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