La farsa de los hambrientos

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Por Ignacio Pizzo (*)
(APe).- En las habituales consultas médicas para seguimiento y acompañamiento de niños y niñas, denominadas control de niño sano, uno de los puntos a tratar, en conjunto con las familias, es el tema vinculado al hábito alimentario. La pregunta acerca de cuántas comidas al día tiene el bebé, infante o adolescente y cuáles son los tipos de alimentos que consume, pareciera ser lógica, coherente y de rigor. Las respuestas serán disímiles si la pregunta se formula en un consultorio porteño a una madre o padre poseedor de tarjeta plástica con plan 410 o en las antípodas de un cubículo persa cercano al riachuelo, donde las etapas se queman a fuerza de latigazos del impune monstruo de la crueldad capitalista. O la respuesta, tal vez, sea la misma, y en el ítem alimentación escribamos: “4 comidas, variada, completa”.

La puerta del consultorio se abrirá, se cerrará, se reabre el ciclo, y así pasa el que sigue. La atención en serie hará que la estadística cuantifique nuestras atenciones a la manera del contador de estrellas que el Principito de Saint Exupery supo describir. Serán las 4 comidas, o una, o dos o ninguna, no obstante, el formato cartelizado del hambre con patente argentina, y la cofradía de los afortunados creyentes merecedores del adentro de los intercambios sociales, dibujan el paisaje biopolítico que llega a la segunda década del siglo XXI con una morfología particularmente horrorosa. La realidad será sustituida por la imagen de los hambrientos y ésta a su vez será reemplazada por la caricatura de sus perpetuadores.

El 15 de noviembre se celebró en Puerto Madero la reunión del consejo contra el hambre. Entre las personalidades destacadas, un conductor televisivo y empresario derramó lágrimas humanas en modo cocodrilo, junto al candidato ganador de la elección presidencial. Otros empresarios se hicieron presentes en el convite. Los vehículos de alta gama llegaban a la capital del negocio inmobiliario. Es cierto que en dicha mesa estuvieron algunos, muy pocos, referentes de organizaciones sociales y de derechos humanos, pero a ellos el marketing no los reclama.

Haciendo mención a la situación paupérrima a la que muchos de los sentados a la mesa del consejo contra el hambre contribuyeron a generar, podemos citar los números tal cual son publicados por los organismos oficiales.

En lo que concierne a la situación nutricional el 41,1 % de los niños y adolescentes tiene sobrepeso y obesidad en la Argentina. Así se desprende de la Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud. El dato corresponde a la población de niños,
niñas y adolescentes de entre 5 y 17 años. También incluyó a niños menores de 5 años y adultos de ambos sexos. Dicho estudio confirmó que el sobrepeso y la obesidad son el principal problema de malnutrición del país.

Dar comidas, tarjetas, dinero es una condición necesaria; sin discusión, primero hay llenar el organismo de nutrientes. Pero el hambre es multidimensional, los números de malnutrición no son suficientes para explicar un presente que podríamos haber evitado y no quisimos. El hambre es multidimensional, porque de lo contrario podríamos llenar a nuestros desmembrados barrios de la periferia con alimentos de buena calidad y cerrar la discusión, cosa que tampoco hemos hecho.

Por ello la integralidad implica contemplar otros números de la estadística que en estos tiempos devienen en una confesión de parte. Los consejeros del hambre, algunos de ellos con un grado de responsabilidad ineludible en generar un orden criminal impune tendrán que abrir el apetito para instruirse, para embarrarse, para enterarse que el hambre no es un efecto colateral narrado en un prospecto adjunto del narcótico consumo a gran escala.

Pero para nutrir de números a los consejeros del hambre y aproximarnos a la integralidad que el problema requiere veamos: según datos del INDEC, hay más de 1 millón de jóvenes en Argentina que no estudian, ni trabajan, ni buscan trabajo. De ellos, el 70% son jóvenes que tienen a su cargo el cuidado de hijos, hermanos pequeños o adultos mayores, según lo indica un estudio de Cipecc realizado a base de la última Encuesta Nacional de Juventud (2014).

Otro aspecto ineludible es la represión en democracia; según la CORREPI cada 21 horas una persona es asesinada por alguna fuerza de seguridad del estado, totalizando desde 1983, 6.536 personas asesinadas hasta diciembre de 2018, y 6.564 si incluimos 28 casos ya chequeados de 2019. A esto debemos sumar el genocidio/juventicidio que se llevó a treinta mil indispensables, ese holocausto a la argentina fue la base criminal para edificar este cuerpo social indiferente, del que hoy somos parte.

Las pestes de antaño hoy evitables, suelen acompañar a los cuerpos hambrientos con sus almas al hombro resignadas de toda resignación. En el año 2016 se notificaron 11.560 casos de tuberculosis en la Argentina, que incluyen casos nuevos, recaídas y con antecedentes de tratamientos previos, resultando así una tasa de 26,5 casos por 100.000 habitantes.

Según el secretario de salud Adolfo Rubinstein quien habló en una reunión de la OPS, afirma que “el Chagas es una enfermedad de la pobreza. De 1 a 3 millones de argentinos tienen Chagas y necesitamos estadísticas confiables”.

En Argentina, la tasa de casos de sífilis reportados en varones y mujeres se cuadruplicó entre 2013 y 2018 (creció un 330%: pasó de 11,7 a 50,4 cada 100 mil habitantes), con un pico en el grupo de los jóvenes de 15 a 24 años. En 2018 se notificaron 22.428, casi un 16% más que en 2017. También crecen año a año los casos de sífilis congénita (transmitida de madre a hijo durante el embarazo).

En cuanto a embarazos en la adolescencia hay diferencias según las regiones del país, siendo las provincias del norte las que mayores tasas presentan: 2 y 5 niños cada mil adolescentes de 10 a 14 años, y entre 68 y 87 niños cada mil adolescentes de 15 a 19 años.

El recuento de derrotas continúa. Se pueden escribir tratados acerca de enfermedades, de mortalidad, de condiciones evitables que no supimos, prevenir, ni tratar ni acompañar. A cambio hemos elegido privilegiar el atletismo bursátil, la fragmentación social como modalidad de control de masas y nos hemos degradado al punto de reducirnos a ser meros consumidores a costa de eliminar a quien queda a la vera de la fiesta con la ñata contra el vidrio. A la vez aplaudimos a las figuras de los olvidos, a los impostores que se disfrazan de lobos buenos, y hablan del hambre en Puerto Madero. El gobierno que termina dejó la “pobreza cero” cajoneada y se retira con 40 % de votos habiendo aumentado la pobreza al 35,4% lo que equivale a 15,9 millones de argentinos, (según el Indec) partiendo de una base de un 29 % a fines del 2015 (dato alternativo sobre la pobreza de entregó la UCA), concerniente a quienes ahora regresan con un número de votos cercano al 49%. Al parecer aquello que llamamos democracia representativa, no alcanzó el objetivo, voto mediante, para comer, educar y curar.

En la nota del 19 de noviembre del 2019, Laura Taffetani comenzaba diciendo “Durante casi treinta años existió en la Argentina el Movimiento Nacional Chicos del Pueblo impulsado por organizaciones que trabajaban con niños y niñas.”. Lejos de toda dilación en los altos estamentos del poder, la semilla quizá verá su cosecha luego que las llamas y la tempestad calmen su ira. Mientras debemos resguardarnos en los brazos de nuestros afectos colectivos para, a posteriori , asomar a la primavera que nos arrebataron y que recuperaremos con el asalto de las ternuras vivientes.

(*) Médico Generalista - Casa de los Niños de Avellaneda

Pinturas: Antonio Berni

Edición: 3890

 


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