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Por Silvana Melo
(APe).- El oleaje del frío que inexorablemente desembarca en los inviernos no deja huellas de muerte por mano propia. No aloja gente bajo el techo de la intemperie. No expulsa niños al abismo. El enemigo no es el frío. Hay que abrigarse de los predadores sistémicos.
El oleaje de frío que inexorablemente desembarca en julio, cercano a la plenitud del invierno, interpela a los funcionarios ocasionales y los invita a repasar el camino allanado hacia la desigualdad más brutal. Pero desde la discusión pública la invitación es amable. Porque parte desde el frío. Desde los 3 grados de la noche en que Zacaríaz se durmió helado y amaneció muerto en el barrio de Monserrat. Y no desde la verdadera ola: la del desamparo que viene arrastrando con lógica de tsunami a los más frágiles. A los condenados a la calle donde les transitan miles por minuto a la vera de su desgracia.
A los condenados a la escarcha donde resbalan en las ciudades menos cementarias, donde hiela.
A los condenados a la soledad más profunda en medio del gentío.
A los condenados a la intemperie con bolsos y colchón al hombro y niños con broncoespasmo y bolsas negras para armar y sostener con lo que se pueda bajo algún puente. A la intemperie las ranchadas nuevas con su ropero y su cama, transitando la calle. Porque hubo casa y no se pudo pagar el alquiler. Porque hubo hotel, hubo pensión. Y todos los techos se derrumbaron.
Entonces el gobierno de la Ciudad hizo un censo: dicen compungidos que aumentó un 35% la gente bajo la destemplanza de todos los cielos. Y aseguran que mucha de esa gente llega del conurbano a trabajar y le da pereza volverse a casa. Entonces se tiran a dormir donde pinte. Pero casa tienen.
Dicen, con cara mustia, que son 1146 personas. El Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat porteño recordó que el año pasado contaron 1091 y en 2017, 1066. Los voceros lo repiten, como agencias oficiales. “Investigan si el frío causó la muerte de un hombre que vivía en la vía pública”, destacan. Y es verdad. Que lo investiguen. Porque Zacaríaz no murió de frío. Murió de abandono. De indiferencia. De decisiones políticas, uno de los males más letales.
El primer Censo Popular de Personas en Situación de Calle, llevado adelante por 50 organizaciones (*), contó en 2017 unas 6.000 personas bajo la inclemencia de los días y las noches. En estos días se conocerán las cifras del Segundo Censo, que comenzó a fines de abril. Aseguran que no bajarán de 8000 personas que viven y duermen en la calle. “El mapeo colectivo en 2017 arrojó un número muy superior a las mil personas que registraron los organismos oficiales: más de 6 mil hombres, mujeres y niños viviendo en la calle. Hoy estamos rondando los 8 mil y hay otras 22.000 personas en situación de riesgo de quedar sin un techo”, dijo a fines de abril Horacio Ávila, desde la organización Proyecto 7.
No es el frío.
Miguel Salvador Luna tenía 59 años. Se recostó a dormir en el patio delantero del Hospital San Felipe de San Nicolás. No murió de hipotermia. Murió de inequidad.
Un hombre sin nombre vagaba por el barrio Malvinas en San Salvador de Jujuy. No soportaba más el frío. Intentó tirarse a dormir en una camioneta. A la madrugada lo encontraron muerto. No fue hipotermia. Fue desamparo.
María Donata tenía 82 años. Murió intoxicada con monóxido de carbono en Bahía Blanca. No fue el frío.
Otro nadie murió en el baño de una estación de servicio YPF de Venado Tuerto. Sin nombre ni techo. No fue hipotermia. Fue olvido.
Y uno más, anónimo, se descompensó en Mar del Plata y murió horas después. No fue el viento filoso del mar. Fue la indolencia. Fue la desidia.
Entonces.
El oleaje del frío que inexorablemente desembarca en los inviernos no deja huellas de muerte por mano propia. No aloja gente bajo el techo de la intemperie. No expulsa niños al abismo.
El enemigo no es el frío.
Hay que abrigarse de los predadores sistémicos.
De los que manejan expedientes en los despachos. De los que presupuestan. De los que construyen una tierra para pocos. De los que afilan las escarchas para cortar los hilos que sostienen a los frágiles. De los que eligen quiénes están y quiénes no de este lado de la vida.
(*) Son 50 organizaciones, organismos de derechos humanos y defensorías. Entre ellos, Abrigar, Derechos, Asamblea Popular de Plaza Dorrego, Defensoría del Pueblo (CABA), Ministerio Público de la Defensa (CABA), Movimiento Popular La Dignidad, No tan distintas, Presidencia de la Auditoría General (CABA), Proyecto 7-Gente en situación de calle.
Fotos: Carlos Brigo, Claudia Rafael y Bernardino Avila.
Edición: 3899
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