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Por Alfredo Grande
(APe).- Edmundo de Amicis escribió en 1886 el libro Corazón. Uno de sus cuentos es “El pequeño vigía lombardo”. Resalta el valor de un muchacho que en la guerra por el rescate de Lombardía se ofrece para brindar información a las tropas italianas subido a un árbol. Muere por una bala enemiga que lo hiere en el pecho. Lo reconocen como soldado y le brindan los honores correspondientes. No eran tiempos de drones, pero el valor en batalla atraviesa los tiempos. Las guerras siempre fueron sucias, pero el valor de un guerrero en el campo de batalla siempre fue reconocido.
Freud señala que aún el enemigo herido en combate era tabú y era obligatorio cuidarlo. Obviamente, las guerras, que en la actualidad de la cultura represora se han ensuciado más y más, han devenido masacres. En las masacres es obligatorio el asesinato a granel sin mirar a quién. Hubiera podido resistir, pero no quise hacerlo, a parafrasear el nombre del cuento del libro Corazón. En una parábola del tiempo y el espacio, me encuentro con Enrique Santos Discépolo cuando al crear a Mordisquito, le da entidad al “medio pelo gorila”. En la actualidad, me propongo crear a Mordiscón, porque con la cobertura de anti peronismo, se ha cristalizado la dureza extrema del nazi capitalismo y el fascismo de mercado.
Mordiscón, al igual que el pequeño vigía, es pequeño, mas no por su juventud. Lo es por exceso de mediocridad, análoga a la del burgués pequeño, pequeño, al que diera vida Alberto Sordi en una necesaria película. Y Mordiscón, lejos de ser vigía, organiza el sub mundo en el cual no hay guerreros, ni combates, ni batallas, ni honor, ni valor, ni dignidad. Apenas buchones, soplones, denigradores seriales, lame extremos, superficialidad ignorante y grosera. Como es notorio: no me canso de elogiarlo.
Por esas cosas del destino, condensadas en mi aforismo “dios no existe pero a veces se asoma”, escuché a Mordiscón escandalizado, horrorizado, casi haciendo pucheritos, porque un niño en una villa ante dos policías fingía dispararles con una rama. Y además, y esto fue insoportable, insufrible, inmundo para Mordiscón, les tiró algunas piedras. “Cuando sea grande –sentenció- “será un asesino de policías”. Y sacó una de sus opacas conclusiones: “cuánto mal le ha hecho el kirchnerismo a este país”.
No soy especialista en neurociencias, mas he comenzado a pensar que un mapeo cerebral debería ser un estudio de rutina para Mordiscón. Este pequeño y gran mediocre, ni siquiera advierte que hay muchos niños que también juegan a matar a niños villeros, o negritos, o feítos, o malitos. Son los que al ser más grandes y más peligrosos, ejercerán todas las formas del gatillo fácil. Supongo que Mordiscón, que cuanto más grande se vuelve inexorablemente más sonso”, desconoce la Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil, las causas armadas por la policía y las fiscalías, los asesinatos en comisarías, como ha sucedido en Pergamino.
Para Mordiscón, el despliegue cruel de la cultura represora y su masacre permanente, es el único juego tolerable. Quizá podría argumentar que durante la década ganada, también fue sistemático el uso de la violencia estatal para disciplinar a los barrios.
Porque ser pobre es peligroso, como nos enseñó la Cantata Santa María de Iquique. Pero más peligroso es ser pobre, tener hambre, una familia desmantelada, niñas y niños con enfermedades que nunca serán curadas. La desnutrición de comida y la desnutrición de amor, sin ir más cerca. No creo que Mordiscón, dude entre amar a Berni o a la Piba (en retiro efectivo) o sea la Patricia “Pato” Bulrich. Que no es la del patio, sino la de los asesinatos en tierra mapuche.
Mordiscón, el horrorizado, el indignado, con seguridad decora su hábitat con varios afiches del ejército israelí llevando presos a niños palestinos. Obviamente, si el término “gorila” no fuera sido utilizado por los mismos que lo sufrieron, bien podría decir que Mordiscón es, lisa y llanamente, gorilón. Pero no lo digo porque aún me acuerdo de cuando Hebe de Bonafini le dijo a Osvaldo Bayer que era gorila. Con lo cual demostró en una escala menor, pero de todos modos demostrativa, que las víctimas del holocausto nazi no tienen el beneficio de ninguna impunidad para organizar sus propios holocaustos. Lo que me lleva a pensar no sólo en la impunidad de muchos victimarios, sino también en la impunidad de algunas de las víctimas.
Mordiscón, si la tortilla se vuelve, rápidamente buscará victimizarse con frasecitas del tipo “libertad de expresión”, “garantías democráticas” y otras emblemáticas del Kapelusz de la política. Sin embargo, espero que no olvidemos que Mordiscón, el espía chiquitito, botoneó y acusó a un niño que jugaba. Con una sentencia a futuro para determinar su destino de asesino. El pequeño espía del bardo no será indultado, al menos por mí. De lo contrario, que Edmundo de Amicis y Enrique Santos Discèpolo me lo demanden.
Edición: 3877
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