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Por Facundo Barrionuevo
(APe).- En los cuerpos individuales (si es que así pueden definirse) se inscribe toda la historia del pueblo y toda la historia del cosmos. Como nos quedan cicatrices de historias personales, de juegos y travesuras, caídas y accidentes de la niñez y podemos relatar sus anécdotas, también la suerte y el destino de los colectivos humanos, las decisiones políticas de quienes ejercen el poder bio-político, dejan marcas. Como decía Foucault, “atraviesan los cuerpos”.
Es inevitable leer el hilo rojo que teje la crueldad en estos tiempos. Matías, Corina, Ismael, Facundo, Sandra y Rubén, Santiago, Rafael, y miles sin nombres ni rostros en el prime-time en que se disputan las vestiduras de estas hermanas y hermanos nuestros.
El terrorismo sin más, es el terror que debe ser mostrado. Se ejecuta para ser elevado a ejemplo, como diciendo: -Mirá de lo que somos capaces-. Y siempre se es un poco más capaz. Amedrentar una murga, allanar un comedor, perseguir un artesano, matar por la espalda, disparar al voleo, linchar lesbianas, vender la tierra y el agua, envenenar el viento.
Ya en estos sures, hace tiempo que no son más sagradas una maestra, un médico o un periodista. Para esta forma de dominación del alma en total que es el neoliberalismo, y que necesita cuerpos dóciles, no hay límites ante la rebeldía.
Pero no falta tanto, y ya sucede, que el aparato represivo no sea más el oficial, ejercido desde la legitimidad. El linchamiento y la defensa propia son los nuevos nombres de los microfascismos capilares por abajo. Una crueldad civil y democratizada, habilitada por arriba.
La producción de imágenes impensadas y crueles “alimentan el goce de una subjetividad fascista” (cfr. Silvio Lang), que es la base de sustentación del saqueo. La Hydra de mil cabezas capitalista no se cansa de ingerir vida.
El capitalismo, está estructurado sobre un sistema civilizatorio patriarcal que es también un adultocentrismo. El macho es, aparte de varón, un adulto. Lo supieron Corina en Moreno y Matías en Mar del Plata. Los cuerpos marcados, inscriptos por el despliegue de un verdugueo que se pasó de la raya.
Crece la cizaña junto con la semilla, crece desde el pie la ternura en medio de tanto barro. Nos toca tejer caricias y abrazos, pucheros con tortafritas. En el mismo terreno del dolor, esperamos y creamos tozudamente la primavera.
Edición: 3706
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