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Por Oscar Taffetani
(APE).- La Legislatura entrerriana aprobó este mes una ley que prohíbe la exportación de madera en chips o rollizos al Uruguay, apoyando la lucha de los vecinos de Gualeguaychú contra la instalación de la pastera Botnia en Fray Bentos.
Una vez aprobada la ley, los legisladores entrerrianos invitaron a sus pares de las otras provincias litoraleñas a hacer lo mismo.
Esa ley hubiera sido perfecta -pensamos- si la prohibición de vender madera rigiera también para las pasteras argentinas que usan cloro y que han contaminado hasta un punto indecible el Paraná.
Porque, así como están las cosas, esas fábricas argentinas contaminantes se beneficiarán con la ley, ya que comprarán a mejor precio la madera antes destinada a los compradores uruguayos.
Otro efecto no deseado de la lucha contra Botnia (ya que la española Ence, al parecer, ha sido santificada), es el que están provocando los cortes simultáneos de los tres pasos terrestres al Uruguay.
Allí, una beneficiaria indirecta de la medida de protesta es la naviera Buquebus, que mantiene a full su cuota de pasajeros entre Buenos Aires, Colonia, Montevideo y Punta del Este, con un promedio de 36 servicios diarios. A Buquebus -perdón por este mal pensamiento- le conviene que siga el conflicto.
Así son las cosas en el mundo donde reina su majestad la Ganancia.
Hacendados y contrabandistas
A mediados del siglo XIX -cuenta Luis Franco en La pampa habla- mientras algunos terratenientes bonaerenses denunciaban los crecientes malones e incursiones depredadoras "del indio" en la frontera, otros compraban de noche la misma hacienda sin marcar que los pampas robaban de día...
Y lo peor: esos hacendados -traidores a su propia corporación- sabían que el mantenimiento del negocio implicaba exponer a sus propias familias al riesgo de la muerte o un cautiverio entre "los infieles".
¿Bíocombustibles o petróleo?
Un conflicto de escala mucho mayor, que agita las aguas de la política internacional por estos días, es el del cártel petrolero de la OPEP contra el cártel -todavía en formación- de los países productores de bíocombustibles.
Recientemente se difundió la advertencia del Movimiento de los Sin Tierra (MST), ante la perspectiva -hoy confirmada- de que Brasil se lance a la producción en gran escala de bíoetanol, que la industria norteamericana estudia como alternativa frente a la posibilidad de una debacle general en Medio Oriente y una suba vertiginosa en los precios del petróleo (incluído, por supuesto, el petróleo bolivariano).
"La producción de biocombustibles -dice el comunicado- está basada en grandes monocultivos latifundistas, principalmente de caña de azúcar, lo que desfavorece la producción de alimentos y compromete la soberanía alimentaria nacional".
Para terminar, el MST lanza una advertencia clara y contundente al gobierno de Lula, paradójicamente impulsor del programa Hambre Cero: "No podemos mantener los tanques llenos y las barrigas vacías..."
El sueño de los insomnes
Hasta aquí, varios casos que demuestran que es la plusvalía (es decir, el lucro, la ganancia, el fruto de la apropiación indebida de la tierra y de la explotación del trabajo ajeno), ese cáncer que termina devorando y desvirtuando las mejores creaciones humanas.
Mientras haya plusvalía -tal como dice el catecismo marxista, sin que la realidad lo desmienta- habrá injusticia y habrá desigualdad.
En ese contexto, cualquier esfuerzo por achicar la brecha (usemos el eufemismo de moda) será loable. Y cualquier avance en la lucha contra la injusticia, será plausible.
Pero el sueño de alcanzar un mundo sin explotadores ni explotados -repitámoslo, por si hace falta- no está en venta. Ese sueño no tiene precio, ni color, ni vencimiento.
Para los súbditos de la reina Ganancia, no vale nada. Para el resto del mundo, lo vale todo.
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