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Por Carlos del Frade
(APe).- Cancha chica del fútbol, cancha grande de la realidad. Desde hace casi veinte años que esta columna habla de la dialéctica existente entre el deporte más popular y los factores de poder de la sociedad. Pibes abusados sexualmente en las inferiores de River e Independiente, sospechas y causas que se abren en torno al lavado de dinero, presidentes de clubes que devienen en presidentes de naciones (de Italia a la Argentina, de Africa a otros lugares del globo), barrabravas que desde el paravalancha hacen más negocios afuera que adentro de la cancha con la complicidad policial y dirigencial, por un lado, y, por otro, todavía, increíblemente, el amor por la camiseta de miles y miles y la esperanza, tozudamente, de miles y miles de llegar a primera división.
El capitalismo goza de buena salud: las minorías manejan los millones que le deparan los millones de fervorosos devotos de la ilusión futbolera. Muy pocos manejan los cuerpos y las cabezas de millones. Y las reglas de juego, mientras tanto, siguen inalterables.
En Rosario, otrora capital nacional del fútbol argentino, Ñuls y Central parecen deambular, tanto dentro como afuera de la cancha. Las identidades y las pasiones parecen invictas pero los negocios del sistema van haciendo cada vez más densa la realidad rojinegra, por ejemplo.
Los medios de comunicación escritos de la ciudad cuna de la bandera, informaron que “en un pedido de ampliación de declaración a indagatoria, el ex jefe de la barra de Newell's, Diego "Panadero" Ochoa, sacudió el expediente en el que se lo investiga como presunto instigador del asesinato de Maximiliano "El Quemadito" Rodríguez. Ochoa recolectó escuchas olvidadas en la causa que comprometen a abogados y jueces en la trama de una presunta maniobra para inducir la culpabilidad del crimen de Rodríguez a quien fuera el líder del paraavalancha rojinegro. La declaración tendrá consecuencias directas en el expediente e incluso pueden llevar a revisión su condena de 11 años por instigar el crimen de Roberto "Pimpi" Caminos”, sostienen las notas.
El ex jefe de la barra brava de Newell's, declaró durante tres horas ante un sumariante y el fiscal Luis Schiappa Pietra y expuso una nueva interpretación de los delitos por los que se lo acusa: además está a la espera de juicio por el homicidio en 2013 del hincha Maximiliano "Quemadito" Rodríguez.
“Valiéndose de escuchas telefónicas y testimonios de ésta y otras causas, como la del triple crimen de villa Moreno, dijo que fue víctima de una confabulación para desviar la atención judicial del clan de Los Monos y camuflar el trasfondo narco del segundo caso. Ochoa responsabilizó por ese complot a Sergio "Quemado" Rodríguez, el padre de Quemadito, condenado a 32 años de prisión por el triple crimen del 1º de enero de 2012 en una canchita de fútbol de villa Moreno. Dijo que Rodríguez y su abogado direccionaron la investigación hacia él para beneficiar a los verdaderos responsables de la muerte de su hijo. Y que, con la misma finalidad, Quemado lo ligó a la muerte de Pimpi al declarar en su contra en el juicio. Si bien jamás utilizó la palabra "Monos" ni acusó directamente a la familia Cantero, Ochoa apuntó con su dedo a la familia originaria del barrio La Granada como parte de esa trama”, indicaron los diarios de la ex ciudad obrera.
Planteó que el crimen de Quemadito, el 5 de febrero de 2013, fue por la venta de drogas y no por una disputa por el control de la barra de Newell's que por aquellos días estaba en sus manos. Y advirtió que el Quemado culpaba a Los Monos de esa muerte pero, en connivencia con su abogado, dirigió la investigación hacia él para no confrontar con los Cantero.
Para Ochoa, “de acuerdo con la escuchas que expuso, al momento del crimen de Maximiliano Rodríguez su padre tenía como hipótesis que a Quemadito lo habían asesinado en un contexto de venta de drogas; que la orden había partido de la familia Cantero y que Sofía, su novia, lo había entregado para que lo ajustaran en la esquina de Corrientes y Pellegrini la tarde del 5 de febrero de 2013. Sin embargo —advirtió— cuando Quemado declaró acusó a Ochoa y colocó el contexto del crimen en una lucha por el control del paravalanchas leproso”, agregan las noticias.
Las nuevas declaraciones del antiguo jefe de la barrabrava de Ñuls muestran hasta qué punto estos grupos hace rato dejaron de ser los hinchas que hacen negocios solamente con la venta de entradas o los puestos afuera y dentro de las canchas. Que la cuestión narco atraviesa cada una de estas asociaciones, mientras miles y miles, todavía, siguen enamorados de los colores.
Las grandes barras de los grandes equipos del fútbol argentino, son fenomenales lugares para multiplicar las ganancias de negocios legales e ilegales. Una vez más, fútbol, lavado de dinero, poder y sangre derramada. Las mayorías goleadas.
Edición: 3593
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