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Por Carlos Del Frade
(APe).- La ruta nacional 98 atraviesa el norte profundo santafesino desde Vera hasta Tostado. Son casi 160 kilómetros de la nada construida por el saqueo de los quebrachos que produjo La Forestal y sus socios locales. Son los caminos de los llamados bajos submeridionales, riachos y lagunas que, por la expansión de la frontera sojera, también comenzaron a extinguirse. Por eso la gente del norte, desde hace algunos años, llama a esa zona como “la pampa”, como sinónimo de soledad.
A veces el universo regala rebeliones naturales contra la monotonía. Incendios que cortan la noche de abajo hacia arriba o refucilos que pintan de blanco el cielo. Maravillosos espectáculos que muy pocos pueden disfrutar.
El muchacho remisero que cuenta y dice qué significa vivir en Vera, dice que será policía. Porque la mayoría de la pibada del norte profundo se mete en la policía de Santa Fe porque es lo más rápido para tener un sueldo que les permitirá empatarle al fin de mes. No imaginan muchas alternativas. No las ven. Salvo meterse en el circuito de vender drogas, algo muy difundido en cualquier rincón de la geografía argentina, victoria del capitalismo, democratización del negocio como práctica en cualquier paraje del mapa.
En las escuelas secundarias, las chicas, por lo bajo, piensan en Rosalía Jara, secuestrada y desaparecida hace casi un año en Fortín Olmos, una localidad de menos de tres mil habitantes. El pesado silencio sobre el destino del cuerpo de Rosalía también parece estar vinculado a la prepotencia policial santafesina.
Los pibes, en el norte santafesino, tienen como destino manifiesto, ser policías.
Saben que, entre otras cosas, formarán parte de una fuerza que siempre está dispuesta a castigarlos en cualquier punto del territorio.
El viernes 23 de marzo de 2018, cuando escuchábamos los proyectos, las pesadillas y los sueños de las pibas y los pibes de Vera y Tostado, en Rosario, en el sur santafesino, esa misma policía volvía producir un hecho de la invicta brutalidad de la fuerza. Del orden impuesto contra la pibada.
La cara visible de la corrupción institucional.
-Estábamos con mi novio y 5 amigos en las cuatro plazas.. sentados en uno de los banquitos tomando una gaseosa. Nos fuimos con Emmanuel hasta el kiosco en moto, ahí nos empieza a seguir un móvil con las luces apagadas sin hacer ningún tipo de seña para que frenemos, él intento esquivarlos porque no tenía el Carnet. Me deja a mí en la plaza donde se encontraban mis amigos y se va con la moto por miedo a que lo frenen.. automáticamente lo empiezan a seguir dos patrulleros y aparece otro que viene a donde estábamos nosotros, se baja una mujer llamada Erica Denis y un hombre su nombre es Mariano Saavedra los dos armados, ella con una escopeta, él con el arma reglamentaria apuntándonos, la mujer me agarra de los pelos gritándome "hija de puta metete al auto, ahora vas a ver" llevándome de los pelos al auto. Sasha, un amigo, quiso calmar las cosas y el policía lo apuntó con el arma, le dio un culatazo, ahí mi amigo quiso defenderse diciéndole que se la banque sin un arma, la mujer policía le tira en la pantorrilla un balazo de goma. Automáticamente llegaron 15 patrulleros agrediendo a los demás chicos, tirándolos al suelo y pegándoles culatazos en la espalda, insultándolos. Sasha empieza a correr, queriéndose escapar siguiéndolo atrás más de 15 policías y algunos fueron con la chata policial. La policía rubia agarra el handi y dice que quiere que todos vayan a buscar al chico de rastas. Lo agarraron, y le empezaron a pegar en la cara, patadas, piñas, culatazos, lo esposaron, lo pusieron de espalda en el piso, y con un cuchillo le cortaron las rastas.
Me bajaron del móvil de los pelos para requisarme, se acerca una policía morocha a hacerlo. Mientras la rubia me preguntaba dónde tenía la mochila rosa. Qué ahí tenía la droga. Mientras me pegaban cachetadas, que ahora entraba y no salía más, que sabían que vendía droga con mi novio, que éramos unas ratas, que si querían nos tiraban a todos a una zanja y no nos iba a reclamar nadie.
Adentro de la Comisaría 14 sufrimos agresiones físicas y verbales todos, a los 6 chicos les pegaron patadas en las costillas, boca, cachetadas, piñas a mí me decían un montón de cosas, me ajustaron más las esposas cuando le decía que me dolían dejándome moretones en las muñecas. Nos detuvieron 14 horas. ¿Por qué? Por tomar una gaseosa en la plaza. Me dejaron esposada en una silla en un pasillo, donde podía escuchar todo lo que decían, no sabían qué poner en el acta, declararon que al chico que cargaron a trompadas se había caído y se enganchó las rastas y ahí se le cortaron, que nosotros estábamos vendiendo droga en la plaza y por eso nos llevaron. Después de dos horas ahí adentro se empezaron a asustar porque ninguno de los 7 teníamos antecedentes y recién ahí llevaron a Sasha prácticamente inconsciente a un hospital.
Es el testimonio de una de las chicas que participó como víctima de la brutalidad policial, siempre renovada, de La Santafesina SA.
Del norte al sur santafesino, las pibas y los pibes están marcados por la policía.
Algo que necesariamente habrá que cambiar para que el presente sea distinto y con mejor aroma para los que intentan soñar y vivir en estos arrabales del universo.
Fuentes: Testimonios tomados por el autor de esta nota entre el viernes 23 y el domingo 25 de marzo de 2018, entre Vera, Tostado y Rosario.
Edición: 3580
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