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Por Carlos del Frade
(APE).- El fuego siempre se desata en los infiernos que ya están funcionando desde hace tiempo. No se trata de una simple enumeración de la literatura fantástica de todos los tiempos, pasando por las tablillas sumerias a “La Divina Comedia” o desde las cavernas flamígeras de los cuentos nórdicos a las entrañas siempre rojas de la América conquistada.
No. Es una comprobación de la realidad material.
Allí donde se miden las desigualdades surge el fuego.
Consecuencia de infiernos, siempre aparecen las llamas.
En los lugares donde cuesta demasiado armar un sueño y vivir de acuerdo a él.
Geografías estragadas por la prepotencia y desidia de las riquezas, cosmos arrasados por la pobreza impuesta.
Infiernos sociales, consecuencias políticas del privilegio impune.
Es en ellos en donde siempre aparece el fuego. En invierno o en primaveras tórridas que anuncian los veranos cada vez más vehementes en sus temperaturas.
Por eso el fuego siempre se desata en los infiernos que ya están funcionando desde hace tiempo.
Y los más castigados serán los marcados por las llamas.
Una regla de tres de la pesadilla colectiva: arderán los que más metidos están en las entrañas de los avernos ciudadanos.
Los pibes son los más pobres entre los pobres.
Por eso el suceso que dio motivo de la noticia no hace más que confirmar la funcionalidad del fuego.
Villa Lugano fue el lugar, en el barrio Piedrabuena, habitado por familias de cartoneros.
Tres casillas de latas y cartón ardieron y un pibe de quince años fue comido por las llamas.
Cuando los bomberos por fin pudieron apagar el incendio, el chico ya formaba parte de las legiones de ángeles exiliados de los paraísos alguna vez prometidos.
Dijo la policía que el muchacho “no vivía en la casilla sino en González Catán, así que los investigadores estiman que el chico pasaba la noche allí tras recoger elementos reciclables”, remarcaron las fuentes periodísticas.
Guillermo Andrés Maciel "cartoneaba todo el día arrastrando el carro y había dejado la escuela porque no teníamos para comer pero era un chico muy bueno que no se resignaba a vivir así", contó su hermana a uno de los medios de comunicación que quisieron conocer algo de la intimidad tragada por el fuego.
Otro familiar sostuvo que "a nadie le va a importar lo que pasó porque total es un pobre menos".
Un pobre menos, un fuego más que se traga a uno de los tantos que ya son víctimas de los infiernos multiplicados.
No se trata de una tragedia, sino de la repetida funcionalidad de las llamas.
Esa que repite que el fuego siempre se desata en los infiernos que ya están activados desde hace tiempo.
Fuentes de datos: Diarios Clarín y Página/12 30-11-06 y Crónica 01-12-06
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