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Por Carlos del Frade
(APE).- Julito tenía doce años y fue atravesado por siete puñaladas. Había roto un vidrio. Le tiraba a las palomas, a los pajaritos. Iba con su amigo Josecito. El matador fue otro pibe pero de diecisiete años. Eran vecinos. Vivían separados por doscientos metros. Nada más y mucho más.
Fue en la geografía estragada de los galpones del presuntuoso barrio Palermo Hollywood.
Pero en esas barracas no hay glamour. Allí están las marcas del sistema. La ferocidad como medida de lo cotidiano.
Donde se vive sin sentido y se mata sin sentido. Porque alguien o algunos se robaron el sentido colectivo de la existencia y, como consecuencia, dejó la muerte como cospel. A mano de cualquiera. Para que los perdedores, víctimas desde la cuna, se maten entre si.
Miguel Ángel Salinas, el papá de Julito, es cartonero y lo veló sobre una alfombra azul que encontró en un volquete.
“Hasta hace cuatro días, el chico vivía con su familia bajo el puente de la avenida Juan B. Justo que cruza sobre Córdoba. ‘Y es muy triste vivir en la calle’, dice Miguel Angel. ‘Pero hace cuatro días mejoramos: nos invitaron a mudarnos para acá y acá tenemos techo si llueve’, agrega”, fue el relato que apareció en uno de los diarios nacionales.
El cazador de pajaritos se convirtió en un gorrión apuñalado.
El vidrio roto era de una casa en la que vive una mujer viuda, profesora de matemáticas, y sus siete hijos. Uno de ellos es oficial de la policía federal, de la comisaría 23; otro, el que mató a Julito, según dicen los vecinos, “salió el pibe con los cuchillos. Josecito se escapó, pero a Julito lo alcanzó. Ahí, en esas bolsas", cuenta uno de los testigos.
Lo corrió una cuadra y media hasta alcanzarlo.
-Le empezó a dar puñaladas aunque Julito estaba en el piso. Josecito vino por atrás con un palo para salvar al chico, pero la hermana del flaco lo alertó. 'Que querés, que te mate a vos también' -agregó el muchacho ante los periodistas.
La ambulancia y la policía tardaron en llegar. Julito se desangraba.
Se murió arriba del taxi que lo llevaba al hospital de la zona.
El Colo, le dicen al asesino. Le dieron tiempo. “Nosotros lo vimos cómo entraba en la casa y recién lo sacaban el domingo a la madrugada. Lo estaban protegiendo porque tiene un hermano policía. Casi un día lo tuvieron. Si yo mato a alguien como hizo él, sabés cómo me vienen a buscar a los cinco minutos. Nos sacó el pibe de las manos, no le podemos prohibir que juegue y por cinco minutos de dejarlo jugar nos quedamos sin el pibe", volvió a explicar el amigo de Julito.
-Le hizo un buraquito al vidrio y vino éste y le hizo siete buracos en el cuerpo a mi hijo. Este pibe ya había agarrado a un chico del cogote. Queremos Justicia, que pague por la muerte de mi nene. Yo no quiero plata, quiero a mi guacho. Nunca tuvo ni un resfrío, Dios no se lo quiso llevar y se lo llevó este perro -repite, una y otra vez, Miguel Ángel, el papá del pibe apuñalado.
El Colo se escapó y luego se presentó en la comisaría 25, donde quedó alojado a disposición del juez Alejandro Garro que lo derivó a un instituto de menores.
¿Quién armó la mano del matador?
Julito, cazador de palomas, ahora es un gorrión apuñalado más, ángel exiliado del infierno creado por pocos y que se alimenta de furia ciega y sin sentido.
Fuentes de datos: Diarios Página/12 / Clarín y La Nación 16-11-06
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