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Por Carlos del Frade
(APE).- Los pibes argentinos menores de veinticinco años son los que más sufren la desocupación, los negocios del narcotráfico y el hacinamiento en comisarías y cárceles.
Los pibes argentinos están marcados desde la cuna.
Hasta que les llega la condena anunciada.
Como ocurrió en el profundo norte del país.
Abraham Guzmán tenía quince años y estaba preso en la comisaría veinte de Orán, en la provincia de Salta, el techo de la Argentina.
Fue el cuarto en morir como consecuencia de un incendio provocado por llamas nacidas en el desprecio permanente que suele imponerse contra el piberío empobrecido del país, contra el universo adolescente que llena las cárceles hechas para la reinserción social según los papeles de la Constitución Nacional y que, en realidad, están hechas para convertirlos en menos humanos.
De los cuatro que estaban hacinados en el calabozo, fue el último en morir.
Germán, de diecisiete años, inició las llamas con colchones de goma espuma y fue el primero que no pudo gambetear la muerte. Otro de los pibes, Fermín, también de diecisiete años, partió hacia otro arrabal del universo sin entender por qué si su delito había sido robar una bicicleta merecía tanto castigo. El tercero fue David Mendoza, de dieciséis años.
Después de las muertes adolescentes, la jueza de instrucción, Norma Vera, detuvo a los sargentos Cirilo Vilte y Carlos Guanca, acusados de “presunta negligencia”.
Los bomberos informaron que la celda ardió, por lo menos, media hora sin que nadie haya hecho algo por detener el fuego.
"Prácticamente se estaban asando vivos, gritaban desesperados, y nadie se acercaba a ayudarlos", agregaron los bomberos voluntarios de Orán.
Una descripción que denuncia la inacción policial como necesario prólogo de la muerte de los adolescentes.
Por eso después vino lo de siempre.
El jefe de la policía salteña juró que “se está investigando para determinar responsabilidades”. Para el funcionario es necesario determinar “dónde estuvieron los celadores cuando los menores iniciaron el incendio, porque tendrían que haber actuado en ese momento para evitar el trágico desenlace", sostuvo.
Mientras tanto, cuatro pibes ya forman parte de la abultada estadística de adolescentes muertos en las comisarías argentinas.
Uno de los padres de los pibes quemados se llama José y sobrevive como trabajador rural. "¿Por qué no me avisaron antes? Yo a mi hijo lo dejé en Tribunales (de Orán) el miércoles a la mañana, y ahí estaba bien, y me dijeron que iba a salir libre en pocos días. Pero resulta que ese mismo miércoles, a la siesta, mi hijo se quemó vivo dentro de una celda. Yo a mi hijo lo dejé sano, y me entregan uno quemado", dijo el hombre sin encontrar respuestas a sus demandas.
Los pibes argentinos, dicen los números de las estadísticas oficiales, siguen siendo las víctimas de un sistema que condena a las mayorías y conserva el privilegio de los que son pocos.
Y para que se entienda, a cada tanto, se multiplican casos como el de Orán.
Fuentes de datos: Diarios El Tribuno - Salta 26-10-06 al 04-11-06 y Página/12 27-10-06
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