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Por Carlos del Frade
(APE).- Los diccionarios dicen que la palabra tuberculosis deriva de tubérculo que significa producto infeccioso. Hay rastros de ellos en los tejidos de los faraones egipcios y, cuentan las enciclopedias, afectaba a la mayoría de la población de aquel legendario país.
Tanto es así que en las ruinas del viejo imperio surgido a la vera del Nilo hay vestigios de un “sanatorio” que trataba a los enfermos de tuberculosis aunque, claro está, los egipcios no encontraron su solución.
Aquellos rastros de la tuberculosis y el intento de curarla tienen una antigüedad de más de dos mil años.
La enfermedad, más allá de sus marcas prehistóricas, dejó su huella de estrago durante la edad media.
Una enfermedad que, entonces, viene infectando desde hace mucho tiempo, una infección que parecía haberse eliminado de la faz del planeta durante el siglo veinte.
Sin embargo, algo del tiempo de los faraones y sus esclavos, algo de la época oscura de la inquisición parece haber revivido en una provincia argentina.
En Santiago del Estero, los integrantes del denominado “programa de lucha antituberculosa”, dependiente del Ministerio de Salud de aquel estado, informaron que se constataron más de ciento cincuenta personas enfermas de tuberculosis, nada menos que abuelos y chicos.
La mayoría de ellos son trabajadores del carbón, quemadores de leña que perciben una paga miserable, ninguna protección y que oponen la soledad de sus pulmones al permanente incendio de la madera. Una actividad tan antigua como perversa por los riesgos contra la salud humana.
Un trabajo, el ser quemadores del carbón, que ya fuera denunciado por el español Bialet Massé en el único informe sobre el estado de la clase obrera en la Argentina y que data del año 1904. Hace más de cien años que no se hizo ningún otro informe igual o parecido. Todo un símbolo del poco interés que siempre despierta la vida de los trabajadores.
Tuberculosis como consecuencia de una actividad laboral existencial que ya no debería permanecer como a principios del siglo veinte y que, no obstante, continúa.
Por eso integrantes del Programa se sorprenden y comentan que la tuberculosis “puede ser fácilmente diagnosticada y efectivamente tratada, lográndose la curación de la mayoría de los casos”.
Una de las principales y básicas tareas que servirían para gambetear esta enfermedad de los egipcios y la edad media es la vacunación con BCG a todas las nenas y los nenes antes de la semana de vida.
Sin embargo la tuberculosis se multiplica en Santiago del Estero y en otras regiones de la Argentina del tercer milenio.
Quizás no sea un mérito del virus, sino una confirmación histórica.
En pleno tercer milenio hay condiciones de existencia y trabajo que continúan iguales a las épocas del feudalismo. Con lo cual, los casos de tuberculosis no son solamente el resultado de una infección individual, sino la infección que deriva de la explotación. Una enfermedad que afecta a la sociedad en su conjunto y no solamente a la atribulada geografía santiagueña.
Fuente de datos: Diario El Liberal - Santiago del Estero 03-11-06
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