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Por Claudia Rafael
(APe).- Probablemente sus 15 ya no lo sean. Porque el horror multiplica los años. Y deja tatuadas en cada parte del cuerpo las palabras escuchadas y desmentidas, las caricias anunciadas y propinadas, el dedo acusador que ya no se irá de sus vidas, la memoria que hace trizas en sueños y pesadillas que acompañan cada noche. Pudieron hablar en Cámara Gesell como no pudo ni Sofía Milagros Viale, en General Pico; ni Lucía Pérez en Mar del Plata. Pudieron decir (con el miedo que invade cuando se tienen tan sólo 15 y alguien del poder endulza con promesas que luego rompe) lo que tenían para contar.
La entera ciudad de Olavarría habló de ellas en las redes sociales, en el whatsapp, en las escuelas, en los bares, en los boliches, en las peluquerías, en las mesas bien puestas de las casas bonitas con techo a dos aguas. Pero esa misma ciudad, cementera, hipócrita y de doble discurso, no habló de él más que por lo bajo. Porque él pertenece. Creció en los espacios donde se acuna al poder. Es parte del sostén mediático de ese poder. Y la sociedad bien se cuida de las maldiciones que arremeten en su contra. Aunque Agustín Casado, veinte años mayor que ellas, imputado de abuso sexual gravemente ultrajante, tenga sobre su cabeza una espada de Damocles que le anuncia la posibilidad de una pena carcelaria de 6 a 15 años. Aunque con otros agravantes podría ir de 8 a 20 años de cárcel. La Justicia de Garantías denegó la eximición de prisión, que se pidió como un paraguas abierto protector.
Mientras tanto, los mantos protectores de la impiedad se aceitan y actúan con desenfreno. "Cuando una persona denuncia un delito hacia la propiedad –se lee en el libro “El acoso legal en la niñez”- no se realiza una pericia para verificar la verosimilitud de sus dichos.(…) En todos los peritajes observados (en las protagonistas de victimización sexual) se solicita al experto que advierta acerca de la capacidad de fabulación de las víctimas”.
Que siempre son responsables: por la cortedad de la falda, por el jean tan justo, por el piercing, por mujeres, por quince años, porque el mundo se abre con miles de ofertas que encandilan. Con la promesa de los falsos príncipes bajados de castillos. En los que ellas terminan creyendo porque los príncipes suelen saber qué palabras decir, con qué tono y cuándo susurrarlas al oído.
Y en un instante exacto de la historia el espejo se hace trizas. Y sólo quedan, dentro de ellas, los fantasmas dando vueltas y más vueltas. Seguramente para siempre. Porque el dolor no necesariamente fortalece. Demasiadas veces hace que la vida quede entrampada en un laberinto del que ya no habrá modo de salir. Poblado de infiernos. Que reaviva una y otra y otra y otra vez la herida infectada por la perversidad. Donde los puertos de esperanza y de amor estarán teñidos de pasado.
Edición: 3293
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