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Por Alfredo Grande
(APe).- El turista, como dijo alguna vez el jugador de fútbol Pentrelli, toca y se va. O sea: mira todo, entiende poco, comprende algo, y luego pasa a otra pantalla. Es un zapping de lugares, costumbres, historias, personas. En el nivel fundante, el turismo es un deporte psicofísico y económico que consiste en incorporar la mayor cantidad de información en el menor tiempo posible y con el margen de utilidad más reducido que se consiga.
Los guías turísticos son los sacerdotes de los templos del consumo, y los encargados de realizar un mix entre naturaleza y centros comerciales. Incluso lo importante, el turismo lo trivializa y lo compacta. La intensidad arrasa con la profundidad, y todo queda planteado en una trivialidad y banalidad constante. De tal forma que la subjetividad del turista es plana, compacta, sin pasado y sin futuro. Un presente continuo que se extiende una semana, una quincena o más según la perfomance económica financiera.
Las estrellas de los Hoteles iluminan el camino, y los pasajeros frecuentes, priority, firts class, son los semi héroes frente a la plebe que viaja en clase común y no pasa de 3 estrellas. Es una minoría poco ilustrada, pero altamente consumista. No es un tema de cantidad sino de intencionalidad. Una forma de vivir. Un dassein existencial. Es la apuesta permanente a las sensaciones de la realidad, no importa cuál es la realidad. Paisajes, población local, todo rigurosamente vigilado.
En los tiempos del 2001, cuando la Argentina era saqueada y apareció la dignidad del “que se vayan todos”, los europeos hacían turismo social visitando los movimientos de resistencia. La forma intelectualoide del turismo son las investigaciones, las tesinas, las publicaciones, sobre el horror social. Hoy pasa con los emigrados que son objeto de varios tipos de análisis, que permiten obtener fotografías de alto impacto, pero que nunca podrán resolver su desarraigo y su desesperación. Mientras haya turismo hay esperanza para el capitalismo redentor. Denomino de esta manera a todos los beneficios secundarios que el capitalismo brinda. El maxi consumo hasta la plegaria grupal de los tour de compras.
Hoy Chile es la Meca de los adoradores de todas las mercancías. Resucita el “deme dos” tan popular en la dictadura militar. Mientras los militantes eran secuestrados y torturados y masacrados, la alegre clase media y alta consumía en el exterior gracias a la plata dulce. Cada época tiene los dulces que se merece. Y hoy el macrismo es neo menemismo y post kirchnerismo. Demasiado. El remedio ha resultado mucho peor que la enfermedad. Ante los efectos secundarios de los antibióticos, extrañamos la neumonía. Qué bien estábamos cuando estábamos mal. Cualquier duda escuchen a Pichetto, liberado de su mochila nacional y popular. Incluso la gloriosa revolución cubana ha sido clonada en un hecho turístico. “Revolucionado el turismo” dice la voz de uno de los mejores periodistas. Turismo y revolución.
El capitalismo encuentra otro “nicho del mercado”. No solamente el capitalismo redentor no combate al socialismo cubano. Simplemente lo transforma en objeto de culto turístico. Turismo y revolución. Otra de las formas de esterilizar, capturar, neutralizar que el capitalismo redentor ha inventado. Ir a Cuba era un acto de militancia ideológica y política. Pienso en todos los luchadores latinoamericanos que fueron para ayudar con el territorio libre de América. Hoy los Hoteles Meliá son al menos tan importantes como el Moncada.
El turismo es la historia contada por un imbécil y por un traidor. También podemos hacer turismo en nuestro país. Vivir rodeados del hambre, la miseria, la desesperación, la injusticia, el horror social, y pensarlo y sentirlo con la mente desquiciada de un turista.
El ciudadano ha degradado a ser apenas, un turista con derecho a voto. Donde los verdaderos dueños de estas tierras, la gran mayoría residentes en zonas de los primeros mundos, nos venden paquetes y tours para disfrutarnos. ¡Al gran pueblo argentino, un tour!
Edición: 3265
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