La decisión de Marisa

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Por Sandra Russo

(APE).- Tenía 33 años y, ya, cinco hijos. Tres de ellos vivían con ella, que se llamaba Marisa Rogel. El mayor, de 18 años, y los dos menores, de 2 y 4. La semana pasada, el 11 de septiembre, Marisa se arrojó a un barranco abrazada a sus dos hijitos más chicos. Ella murió instantáneamente, pero los niños sólo sufrieron raspones, acaso gracias al abrazo de Marisa, quien pese a su decisión los protegió. Los niños fueron hallados doce horas más tarde, bajo la lluvia y en una noche de frío intenso, junto al cuerpo de la madre.

Esto ocurrió en Radal, cerca de El Bolsón, donde vivía la familia integrada por Marisa y sus tres hijos. Habitaban una casa precaria ubicada al lado del barranco, de unos cincuenta metros de profundidad, en el que Marisa, guiada por alguna convicción o pena íntima que se desconoce pero que seguramente la llevó a un límite de sí misma, quiso terminar con todo.

Marisa murió en el acto, pero los niños ni siquiera sufrieron una fractura. El médico del Hospital de Lago Puelo, Rodrigo Ibarra, informó que los hermanitos quedaron internados en observación y al cuidado de una tía. Les fueron hechas radiografías y otros estudios que confirmaron que el estado de salud de ambos es bueno, aunque sufren un fuerte shock emocional. Están recibiendo asistencia psicológica.

Marisa era oriunda de El Bolsón, y actualmente residía en el Callejón de Radal, en el cerro homónimo. Ella trabajaba en un hotel de El Bolsón. Que la tragedia no fue accidental lo prueba una nota que Marisa le dejó a su hijo mayor, y cuyo contenido fue mantenido en reserva.

Fue el adolescente que encontró la nota el que dio aviso a la policía. Esa misma noche, el llanto de uno de los hermanitos permitió el hallazgo del cuerpo de Marisa y de los dos sobrevivientes. En casos como éste, de filicidios de estas características, las madres suelen tomar estas dramáticas decisiones para ahorrarles a los hijos los sufrimientos que ella padecen. La hondura de esos sufrimientos sólo puede indicarla y medirla la desesperación del acto suicida. Fue “milagroso”, como dicen los diarios andinos, que los niños se salvaran, pero quién los salvará de las futuras pesadillas... El milagro, en estos casos, hubiese sido una vida con su madre y en paz.

Fuente de datos: Diario Río Negro - Gral. Roca 12-09-06

 


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