Norma

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Por Alberto Morlachetti

(APE).- Hay personas que se encuentran instaladas a una altura inferior a su talento, si bien podrían deslumbrarnos con su pensamiento. Para encontrarlos hay que buscarlos detenidamente: son educadores, poetas, científicos, artistas, escritores, que no salen en pantalla. No nos agreden con su triplicada presencia. Se limitan a trabajar con la elegancia que posee el silencio cuando es creativo. Por fortuna para ellos, usted no los conocerá nunca.

¿Donde habrá nacido la poesía? No lo sé. Quizás con el primer amanecer, podríamos decir arriesgando cronologías. Pero sé quien ha hecho escritura notable con su vida. Aunque la dictadura militar dibujara sobre su cuerpo una filigrana de horrores siguió con su almita invicta hasta hacerla poema pedagógico amando lo que siempre amó: el socialismo -la tierra prometida- por la cual valía la pena cruzar el mar de las tormentas.

Todo es celeste y manso delante de aquellos ojos y “verde hasta lo entrañable”. Su otoño en Pelota de Trapo -como educadora- deja caer sus primeras palabras para contarnos su historia legendaria que uno puede armarla como un rompecabezas libertario.

Las voces de los niños suenan limpias en el aire recién lavado por la tormenta seguida por algún interludio de sol donde cada pibe escribe su forma irrepetible de hacer la vida. Ella lo sabe y otorga esplendor a las cosas más pequeñas -el poder de unos ojos que nunca serán viejos- la belleza de una flor diminuta, el diseño de una piedra o un gesto de Guadalupe que ella inscribe en la magia de los días. Los niños -solo ellos- saben que no hay goce como esa mirada.

Cuando uno se aleja de esos ojos -de intensos reflejos- parece que se despide del día y comienza el “pardo rubor” de la noche.

 


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