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Por Ignacio Pizzo
(APe).- El 11 de septiembre de 1973, los tanques y las bombas asediaban al Palacio de la Moneda en el epicentro de Chile. Santiago era masacrada. Sin embargo se gestaría allí una de las mayores enseñanzas vertidas al mundo.
El día del maestro en Argentina solamente remite a las aulas. Pero la enseñanza, es virtud de aquellos que con los hechos y las palabras supieron hacer carne la utopía. Salvador Allende, el presidente de Chile, el médico, el hacedor de caminos, no precisó de la tiza y jamás clasificó al pueblo entre civilizados y bárbaros. Su vida fue arrebatada, pero su inclaudicable espíritu nos demostró que entregar la vida, no es sólo un acto heroico, es el corolario paradojal de un sinnúmero de triunfos históricos.
Su insistencia por mejorar las condiciones nutricionales de los niños, no cesó, fue apenas el embrión de un gran sueño popular que culminó cuando la traición lo tomó por sorpresa.
El medio litro de leche obligatorio para cualquier niño de Chile, fue bandera y concreción hasta el día de hoy. Conocer la anatomía y fisiología del cuerpo humano y aplicarlas a la clínica, no alcanzaba para Salvador Allende. Su compromiso transformador, lo convertiría en médico y en educador. Estableció como derecho del niño y niña chilenos el acceso a leche, asegurando así las proteínas básicas, sustancias que escaseaban por aquellos tiempos. La desnutrición era de más del 19 %.
Se dio inicio, por otra parte, a investigaciones para agregar cereales y otros fortificantes para el consumo de alimentos de los niños de mayor edad. Se profundizó así un camino de colaboración entre la academia y quienes tomaban decisiones. Esto permitió la formulación de políticas públicas tanto sanitarias como entre sectores. Se implementó un programa de intervención nutricional, que incluyó la distribución gratuita de leche en polvo para cada niño menor de dos años de edad, y alimentos proteicos para los niños entre 2 y 5 años. También incluyó la distribución de leche en polvo para las madres embarazadas.
Posteriormente, ya en el 2000, cuando la desnutrición infantil era menos del 3%, se agregó la alimentación complementaria para los adultos mayores que lo requirieran.
La política de Allende logró atravesar los tanques, las carabinas y las torturas. Mientras los ruidos de metralla se escucharon por casi dos décadas en Chile, ni siquiera las restricciones dictatoriales lograron derrotar esta decisión en cuanto a política alimentaria.
Durante el período de gobierno de la Unidad Popular en Chile (1970-1973) se incrementaron las raciones de desayuno hasta 1,5 millones en el año 1972, cuando la matrícula alcanzaba algo más de 2 millones de niños. Durante la dictadura se redujeron, llegando a menos de 500 mil raciones diarias en el año 1988. Lo mismo sucedió con los almuerzos: en el año 1972 se entregaron más de 715.000 por día y en 1988, pese al aumento de matrícula, se disminuyeron a menos de 500 mil. Con la llegada de la democracia en 1990, se reimpulsó esta política pública. Se incrementaron fuertemente los recursos de alimentación completa, incluyendo los períodos de vacaciones.
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En el año 2002, el Programa Mundial de Alimentos (PMA), de Naciones Unidas, reconoce al Programa de Alimentación Escolar como uno de los cinco mejores en el mundo y solicita a Chile ser socio fundador de la Red Latinoamericana de Alimentación Escolar. Esta Red comenzó a operar en marzo del 2004. Así, la adecuada alimentación de los escolares chilenos, soñada por Allende y plasmada en la “medida número 14”, perdura hasta hoy y hace realmente escuela.
Esteban Valenzuela en una nota del Diario “El mostrador”, el 9 septiembre 2013, destaca que ni siquiera la Junta Militar pudo eliminar esta medida a pesar de las profundas reformas en contra de ayudas estatales. “El medio litro de leche se transformó en una medida que ha trascendido por más de cuatro décadas contra viento y marea. Sin embargo, más allá de su éxito, es relevante señalar la importancia que otorgó la Unidad Popular a las políticas de mejoras en la calidad de vida de niños y niñas de nuestro país. Esto no sólo del punto de vista normativo, sino que también, como una forma de abordar las desigualdades estructurales de nuestro país desde una óptica de largo plazo y de derechos sociales”.
La medicina como ciencia social y la política como medicina a gran escala, así entendida y adaptada a un país de Latinoamérica. El trinomio biológico, psicológico y sociopolítico confluyen en un ser humano, así lo entendió Allende. La dimensión integral indiscutible.
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Su último acto pedagógico fue no claudicar, no entregar la dignidad y dejó claro que la historia la hacen los pueblos. Su último discurso, fue dirigido a los desposeídos, a los trabajadores, a los profesionales patriotas, a la mujer campesina. Por ellos no abandonó el Palacio de la Moneda, pese a que le habían ofrecido exiliarse. Sin mitificación ni martirización banales, hacerle homenaje en el día del maestro lo considero un acto de responsabilidad, donde se destaque que es posible enseñar y aprender haciendo.
Si aterrizamos en nuestra Argentina del 2016 nos encontramos con que un informe de la deuda social de la UCA nos otorga los catastróficos datos de que el 19,5% de los niños y adolescentes de las zonas urbanas padecieron inseguridad alimentaria en 2015, y 7,7% en niveles graves. El 48% de los chicos y chicas en la Argentina urbana tienen como única opción para la atención de su salud el sistema público. Aproximadamente el 42% de la infancia y adolescencia reside en viviendas con problemas de saneamiento (no accede en su vivienda a cloacas, o a la red de agua corriente, o no tiene inodoro con descarga de agua). El 58,1% de los chicos entre 5 y 17 años no realiza actividad física extra-escolar, 86,4% no realiza ninguna actividad artística o cultural.
Pretendiendo tomar distancia de simplismos comparativos, ni entre países ni entre épocas. Distanciado aún más de anacronismos y obviedades que no son obvias, escribir feliz día a los maestros, es escribir feliz día a los educadores que hicieron mella en nuestra historia, que es en definitiva nuestra vida hecha tiempo. Es anhelo y deseo para aquellos educadores que no resignan un ápice la implicancia en la tarea pedagógica, no sólo para meras actividades curriculares sino para compartir junto con la infancia un camino hacia la transformación de un orden impuesto e injusto. Pobres no hubo siempre, hambre tampoco.
Y si el granero del mundo quita granos de la boca a sus compatriotas es porque pretende matarlos. El primer acto pedagógico es dar de comer, desde que el binomio madre-hijo o educador-niño responde al llanto con el amamantamiento o la leche artificial. Por eso un país que no da de comer no enseña. Por eso el “feliz día” es homenaje para los educadores presentes y pasados, conocidos y anónimos que vibran, viven, sufren y mueren por aquellos a quienes educan.
Edición: 3230
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