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(APe).- Santamaría es un barrio de Quilmes donde los hombres y las cosas están siempre dando señales de muerte: figuras humanas que se disipan al sol, y las almas inquietas de los que ya no tienen vida. Los que se quedan es para cuidar sus recuerdos que se los devora el hambre. Santa María son algunas madres con unos pocos dineros que se les van en los entierros de sus hijos, unos cuantos desocupados que los dejan morir, sin evitarle "la impúdica evidencia de su ruina". Un tumulto sin nombre, una cifra efímera que la estadística recoge y la envía al regazo de la pobreza.
El miércoles 29 de enero hay brasas en los cuerpos y el agua inventa pibes en una alegría fugaz y cantarina. El Cabo Fabian Sosa, enseña sus lastimas, ataco a Ezequiel un niño de 14 años "porque le tenía bronca". En la tierra de los condenados nadie es responsable de lo que sucede y lo que ocurre esta destinado a esconderse en el olvido, "no hay tragedia, todo se vuelve afrenta". El Cabo metió bala a Verónica Gauto de 19 años, embarazada, que murió de puro espanto, y dejo una estela de vientre fresco: su hija Melina Milagros. También hubo bala para Ezequiel, que si vive, andará de reojos, y lanzara barriletes en "la época del aire".
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