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Por Carlos del Frade
(APE).- Fue en Posadas, la capital de Misiones, en el noreste profundo de la Argentina. La mujer dejó su bicicleta antes de ingresar a una remisería y fue entonces que Antonio, de catorce años, se la llevó. Comenzaron los gritos y se inició la persecución.
Vecinos, un motociclista y una patrulla policial fueron detrás del muchacho.
A pocas cuadras, Antonio fue detenido.
La crónica periodística apunta que el pibe estaba “bajo los efectos de algún alucinógeno”.
El título de la noticia era toda una declaración de principios: “operativo conjunto”.
Fuerzas de seguridad y vecinos que buscaban hacer justicia por mano propia.
“Operativo conjunto” contra un muchacho de catorce años que se había llevado una bicicleta.
Que buscaba irse, volar de ese lugar del que había sacado la bicicleta.
Antonio, de catorce años, ladrón de bicicletas, fue el blanco del operativo conjunto en suelo misionero.
Una gran hazaña de las fuerzas conjuntas...
Una vez más es necesario preguntarse por el huevo y la gallina.
¿Quién es el gran ladrón?
¿Antonio o los que le robaron a Antonio una vida distinta?
¿Antonio o los que le suministran estos difusos y siempre presentes alucinógenos que convierten en consumidores consumidos a los hijos del pueblo saqueado?
Preguntas sin sentido, podrá pensarse.
Quizás...
Hace muchos años, un poeta de Buenos Aires, escribió una canción que hablaba de una bicicleta blanca.
Su jinete era un flaco que pedaleaba sin parar y que tenía alegría y ganas de creer. Iba y venía por las calles de la ciudad que comenzaba a ser invadida por el individualismo, la especulación, el cinismo y la indiferencia.
La poesía sostenía que no se supo bien por qué, pero un día lo atraparon al flaco.
Le pegaron sin piedad hasta dejarlo al borde de la pampa de arriba.
El flaco, suponía el escritor, era un cristo que intentaba volver a intentar la revolución del amor contra las distintas formas del odio.
“No te pongas triste, no pierdas la fe... en un cometa con pedales, dale que te dale, yo se que has de volver”, era el final de la poesía luego convertida en canción.
Quizás Antonio, el ladrón de bicicletas de Posadas, no era más que la encarnación de aquella poesía.
Quizás los pibes ladrones de bicicletas no quieran otra cosa que volar hacia un lugar distinto, en donde el presente tenga gusto a alfajor de chocolate y la temperatura calentita del abrazo de padres con trabajo.
Quizás las bicicletas robadas intenten un viaje a contramarcha de tanta saña contra las pibas y los pibes del país estragado.
Un viaje hacia un mundo en donde no haya “operativos conjuntos” contra las pibas y los pibes desesperados.
Fuente de datos: Diario Territorio Digital - Misiones 28-07-06
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