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Por Carlos del Frade
(APE).- La bronquiolitis es una enfermedad recurrente entre las nenas y los nenes menores de dos años. Cuando llegan los primeros fríos los pasillos de los hospitales se atiborran de familias que buscan echar ese silbido que surge del pecho tapado, les borra las sonrisas, los emborracha de llanto y los convierte en plantas de girasol mustias a los bebés.
A tiempo, dicen los que saben y apoyan los padres, la bronquiolitis no puede resultar una enfermedad fatal. No hay razones para que pueda ser la causa de una muerte.
Sin embargo la sinrazón aparece con asiduidad en un país hecho a imagen y semejanza de los más poderosos.
La realidad se distorsiona y surgen los casos que revelan la irracionalidad del sistema, su cotidiano desprecio contra aquellos que poco pueden.
Un bebé de cinco meses murió en el hospital “Domingo Mercante”, en José C. Paz, en el Gran Buenos Aires, porque no pudo seguir esperando más de las doce horas que ya llevaba haciéndolo en una camilla, entubado, que lo trasladaran a algún lugar que tuviera una sala de terapia intensiva pediátrica.
"Fue algo bastante perverso, porque, en realidad, había dos bebes más esperando ser derivados. Se optó por el más chiquito, que tenía cincuenta días de vida. Pero el bebe no resistió y murió antes de ser trasladado", dijo el pediatra Mario Vinocur a los medios de comunicación.
¿Por qué se llega a semejante elección?
¿Por qué no hay una sala de terapia intensiva para los bebés en un hospital que todos los años es visitado por miles de casos similares?
¿Por qué el principal Estado de la Argentina no invierte el dinero necesario para construirla?
Pero en lugar de responder estas preguntas, el ministro de Salud de Buenos Aires, Claudio Mate, eligió algo más irracional que semejante ausencia del Estado: “vinculó lo sucedido con una situación de puja interna entre los médicos. Y aseguró que hace un mes que la sala de terapia intensiva está lista para ser inaugurada, aunque reconoció que no se pudo conseguir personal para trabajar en ella”, sostuvieron los cronistas.
¿Cuánta plata se necesitaba para salvar al bebé de cinco meses cuyo nombre no aparece en la crónica?
¿Habrá sido una cifra tan sideral que no pudo ser reunida o ahorrada por el gobierno de la provincia de Buenos Aires?
¿Qué le dijeron a los padres del bebé? ¿Acaso le transmitieron esa idea de la interna entre profesionales? ¿O recurrieron al colapso del sistema hospitalario?
La responsabilidad del Estado de Buenos Aires es innegable, tanto como la necesaria reivindicación de los hospitales públicos como únicos lugares en donde se encuentran las respuestas que no están en otros sitios.
Pero es necesario repetir, a fuerza de pecar por ingenuos, que la inversión en salud es prioritaria para los funcionarios estatales y que las mayorías populares necesitan de esos fondos públicos porque si no, como ocurre todos los días, sus hijos se mueren.
El cuerpito del bebé de cinco meses no pudo aguantar más de doce horas, de semejante espera, para que alguien se dignara a jugarse por él. No lo mató la bronquiolitis, sino los negociados y la desidia asesina de funcionarios que no funcionan.
Fuente de datos: Diario La Nación 07-07-06
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