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Por Alberto Morlachetti
(APE).- Heráclito decía que Aion (tiempo) es un niño que juega. La sonrisa ancha, la lluvia en el pelo, tantas maneras de decir te amo. Si “amanezco pálido” es por mi rabia y “si anochezco rojo, por mi obrero”. Las cosas que rompe el hombre.
En el Gran Santa Fe -la ciudad y sus poblaciones aledañas- los porcentajes son desoladores: sobre un total de 482.000 habitantes, 127.000 son menores de edad; de ellos, el 55,9% son pobres y el 32,7% son indigentes. Los números -intencionalmente oficialistas- no reflejan el desamparo. Basta la mirada. No obstante el latido duele cuando el corazón dice uno de cada 3 niños tiene hambre.
Las calles -gota a gota pensadas- son rostros de niños mutilados: La metamorfosis del dolor en malabares. ¡Cría Cuervos! Dirá alguna sociedad en su desvarío.
Frazer nos cuenta en sus Mitos, que si el Cuervo es negro -lo que hace estremecer a la literatura- es justamente porque se atrevió a robar el fuego para dárselo a los humanos y al llegar tan cerca -sin poder asirlo- el Gran Espíritu de los Sioux le otorgó las penas de ese color. O quizás llegó tan cerca del fuego -en su aventura- que las llamas chamuscaron su plumaje cuentan las ficciones deslumbrantes de otros pueblos.
Los niños -como el cuervo de la leyenda- por instantes aletean imaginando una casa con vistas a claros de luna. Una madre donde guardar esas lágrimas. Una escuela donde poner las palabras.
Como los cuervos de los mitos, los niños comen carroña -desatados de besos- cuando no se cuenta con nada mejor para sobrevivir. Lo condenable es la ambición insaciable de un sistema que no carga a sus hijos sobre los hombros del día y deja el tendal de cadáveres en los mejores campos del mundo. Un civilizado “cementerio de pájaros blancos”.
Fuente de datos: Agencia de Noticias Tercer Mundo Online 26-05-06
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