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Por Alberto Morlachetti
(APE).- La izquierda roja -como corresponde a ese color cuando no se ha desgastado por el mal uso del tiempo- debe marchar con vocación de semejantes, radicalizar, exigir. Eso hacía Tosco, entrañable.
En política -hablamos del aquí y ahora- el centro es lo que está en el medio o lo más alejado de las posiciones llamadas extremas como derecha e izquierda. Pero el centro aquí es propiedad de la derecha. Si le preguntáramos a algún miembro del gobierno o de la oposición “progresista” si es de izquierda dirán que no. Dirán que son de centro-izquierda. Centro para no irritar a la derecha genética “de apetitos formidables” y de izquierda para esperanzar a las mayorías de que “otro mundo es posible” mientras se preserva el actual de cualquier felicidad.
El centro-izquierda “en abierta oscuridad” se vanagloria de estar a salvo de cualquier tentación de morder la manzana por derecha o por izquierda, cuando llega al gobierno aplica -inexorablemente- aquella máxima de que “gobernar es estar a la derecha”. Para los que reclaman por la escasez de dignidad señalan que la democracia no es la solución a todos los problemas. No es sinónimo de prosperidad, pero es lo mejor que tenemos. A primera mirada parece ser cierto, aunque irónico. Cuando “la divisa era aniquilar al socialismo la democracia se presentaba como la panacea”. Cuando el socialismo se desplomó, la nueva consigna es la de no pedir demasiadas bondades a la democracia.
Las hojas dejan caer el otoño mientras sin empachos ni rubores el ministro de Salud Ginés González García volvió por sus fueros y con aires de comedia afirmando que la población argentina superó “el problema de déficit alimentario”, pero afronta un nuevo peligro: la ingesta excesiva de alimentos que lleva al sobrepeso. Aconseja diversificar la dieta y lanza junto al Ministerio de Economía el Programa Nacional de Educación Alimentaria Nutricional. Es decir capacitar a la población para que ingiera alimentos de mejor calidad. Pero cualquier pedagogía se estrella con el litro de buena leche que supera los dos pesos y el lenguado sigue retozando en el atlántico, inalcanzable.
Mayo prepara su plaza de palomas asustadas. Los gritos de los niños “cuelgan del aire un rato” -dice Gelman- sin “que nadie los vea o guarde o moje para apagar el frío”.
Por fortuna esta generación de centroizquierda no corre todavía “el peligro inminente de ser inmortal”. Mientras esa terrorífica amenaza no se cumpla levantar una copa y emocionarse aún tiene sentido. Hay que felicitarse diría Vicent.
Fuente de datos: Diario Infobae 27-04-06
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