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Por Oscar Taffetani
(APE).- "La clase trabajadora, en general, tiene su barrio aparte, en donde, desterrada de los ojos de la gente feliz, debe arreglárselas como puede. (...) En ese barrio las calles no son lisas ni están empedradas; se ven sucias, llenas de detritos vegetales y animales, sin cloacas ni cunetas. (...) Las casas tienen un aspecto tal que nadie tendría deseos de vivir en ellas. (...) Así viven los pobres entre los pobres; los trabajadores peor pagos, junto a los ladrones, a los proxenetas y a las víctimas de la prostitución. (...) Hasta en las avenidas más decentes de la ciudad se ven sótanos habitados, de los que salen a la luz del día las figuras macilentas de niños y mujeres, medio hambrientos, andrajosos...”
Duele ver que el cuadro pintado por Engels sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra, en 1845, se repite casi sin variación, un siglo y medio después, en las grandes ciudades de América latina, de África y de Oriente, e incluso en algunas megalópolis del mundo desarrollado.
Este mismo dolor -y la misma certidumbre sobre la ferocidad del capitalismo- sintió Engels en 1886, al momento de redactar el prólogo a la edición norteamericana de su libro.
Porque en los Estados Unidos de 1886 no eran los trabajadores ingleses, pero sí los inmigrantes irlandeses -los más pobres entre los pobres- quienes debían pagar el costo del “crecimiento” económico.
Una mirada a la agenda de este Primero de Mayo cumplido en 2006 nos permite apreciar la diversidad y complejidad de las actuales luchas obreras en el mundo.
El Euro May Day, por ejemplo, instituido por las organizaciones sindicales de la UE como un día de lucha contra la precarización laboral y el trabajo en negro, quedó enfrentado con las esperanzas de miles de inmigrantes ilegales cuya necesidad imperiosa es contar con un trabajo, aunque sea informal, precario o clandestino.
En China, única potencia socialista sobreviviente a la caída del Muro, se dio la paradoja de que mientras el establishment comunista dedicó el Primero de Mayo a exhibir sus logros en economía, educación y tecnología, cientos de miles de trabajadores de las minas de carbón -con la más alta tasa de muertes por accidente, en el mundo- debieron manifestarse en las sombras, casi clandestinamente, como aquellos mineros ingleses de fines del siglo XIX.
La Habana, Los Angeles, Ottawa, Newcastle, Coimbra, Barranquilla, Helsinki, Matanzas, Zurich y Dublín son sólo algunas de las 120 ciudades del mundo en donde se manifestaron los obreros y sus organizaciones, con mayor o menor espacio, con mayor o menor tolerancia, repitiendo un rito que es tan antiguo como su propia condición.
Un “feriado de lucha”
En 1894, narrando la historia del Primero de Mayo para un periódico polaco, la dirigente socialista Rosa Luxemburgo recordó que el primer antecedente es un feriado de lucha celebrado en Australia, el 21 de abril de 1856.
Consistió en un paro total de actividades, durante el cual los trabajadores se reunieron con sus familias y con otros trabajadores, en pacífico reclamo de una jornada laboral de ocho horas.
La iniciativa de los australianos fue recogida en 1884 por los trabajadores norteamericanos, quienes lo asociaron con el May Day (primer día de mayo) con el que desde tiempos antiguos, en el hemisferio Norte, se celebraba la llegada del verano y de la estación de los frutos.
Pero llegó el fatídico 1 de mayo de 1886, cuando la policía agredió a manifestantes desarmados en Chicago, causando dos muertes e inaugurando una secuencia que continuó con la muerte de siete gendarmes por explosión de una bomba, el 4 de mayo, y con el apresamiento, infame juzgamiento y ejecución en la horca de los dos oradores de ese acto y de otros dos militantes, todos anarquistas, quienes luego serían conocidos como los Mártires de Chicago.
En homenaje a esos mártires, a partir de 1890, fue instituido el Primero de Mayo como “Día de la Protesta Obrera Universal”, un día, como se decía en los periódicos obreros de la época “de lucha y de duelo”.
Pero lo que Rosa Luxemburgo apunta en su artículo -y queremos volver a destacar- es que el espíritu original del Primero de Mayo es el de una celebración. “Es el primer feriado proletario de la historia”, nos dice. “¿Qué cosa puede dar a los obreros más coraje y fe en sus propias fuerzas que un paro masivo, que ellos han decidido por sí mismos?”
Y para el futuro -avizora- cuando el objetivo de la jornada de ocho horas haya sido alcanzado, y aún cuando sea alcanzado el objetivo mayor de una sociedad sin explotación y sin clases, entonces, los trabajadores celebraremos el Primero de Mayo recordando aquellos días de lucha, aquellos luchadores, y nuestras conquistas.
Otra historia de esclavos
Van a cumplirse 311 años de la muerte de Zumbí dos Palmares, líder de una inédita confederación de aldeas organizada en el norte del Brasil.
La historia había comenzado en 1590, cuando trabajadores de los ingenios azucareros de Pernambuco dijeron basta y se enfrentaron a los “capangas” y mercenarios del imperio portugués. Muchos murieron, pero muchos otros se salvaron internándose en la selva amazónica o trepándose a las sierras, en los contrafuertes de los Andes. Allí, reprodujeron la forma de organización y vida comunitaria que habían conocido en su África natal: el llamado “kilombo”.
“Kilombo”, en dialecto mandinga, era para las tribus del África oriental (hoy Burkina Faso, Costa de Marfil, Gambia, Guinea-Bissau, Liberia, Mali, Senegal y Sierra Leona) un equivalente de lo que ha sido (y es) el “ayllu” para los pueblos andinos: la comunidad, la unidad social mínima del universo.
La Confederación de los Palmares, conducida por Ganga Zumba y Gana Zona primero, y por Zumbí después, instalada en la Sierra de la Barriga (hoy Alagoas), fue el más importante de los “kilombos” creados durante el imperio portugués en el Brasil.
Los habitantes y trabajadores de los Palmares cultivaban tabaco, maíz, papa, batata, yuca y recolectaban frutos de los bosques. Luego, los canjeaban en los pueblos por armas y municiones, por sal, tejidos y herramientas de labranza. Así sobrevivían.
Cuando llegaron los holandeses a Pernambuco, nuevas olas de esclavos rebeldes fueron a refugiarse a las aldeas rebeldes. La Confederación, entonces, llegó a tener más de veinte mil almas.
Zumbí dos Palmares fue un niño cautivo de los holandeses, puesto al servicio de un sacerdote que le dio un nombre cristiano y que le enseñó letras, matemáticas y latín.
A los quince, aquel niño esclavo volvió a los Palmares, se sacó su nombre cristiano, se hizo llamar Zumbí (guerrero) y acaudilló a su grupo durante la época más difícil, cuando ya las expediciones punitivas portuguesas y holandesas se sucedían sin descanso.
Por 17 años, hasta que fe capturado y ejecutado por mercenarios al servicio del poder colonial, Zumbí dos Palmares mostró a su pueblo que la opresión y la explotación esclavistas no son las únicas vías posibles para la generación y distribución de la riqueza.
Significar, resignificar
En la jerga policial y militar anglosajona, May Day (Primero de Mayo) equivale a decir zafarrancho, colapso, situación de emergencia.
En el habla popular del río de la Plata, se llamó kilombos a los prostíbulos, en un principio. Más tarde, la palabra siguió funcionando como sinónimo de “desorden”.
Y el Mandinga, uno de los dialectos de los negros africanos arrancados de su tierra por la trata esclavista, fue también usado como sinónimo de “Diablo” (hasta en el Martín Fierro hernandiano la mención del Mandinga lleva una connotación negativa hacia los negros y su cultura).
Pero el Primero de Mayo -nos enseñó Rosa Luxemburgo- es el primer feriado proletario de la historia. Es la mayor manifestación de autonomía, libertad y fortaleza del movimiento obrero.
No importa si en las calles enfrentando a los gendarmes; o sentados en la butaca de un teatro; o leyendo un libro; o compartiendo, como aquellos inmigrantes italianos de la Argentina, la bagna cauda, con los primeros frutos; o bien preparando el popular asadito, de los días feriados. Es el feriado proletario. Es el día de los trabajadores.
Aún no se ha escrito -como hemos visto este lunes- la última ni la más original manera de pasarlo. Lo harán los proletarios futuros.
La aldea global que nos anticipó Mc Luhan, es ya una realidad. Y en ella existe una agenda de los dueños del dinero, de los dueños de la tierra y del poder.
Pero también existe una agenda de los trabajadores, los de las manos vacías, los que recibimos en cada nuevo niño una alegría, un préstamo lustroso del futuro.
En el kilombo universal, como nos enseñaron Ganga Zumba, Gana Zona, Zumbí dos Palmares, hay lugar para todos.
En el kilombo universal, los trabajadores demostraremos, no importa cuánto tarde, que la justicia es posible.
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