La sonrisa de mamá

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Por Carlos del Frade

(APE).- Hace rato que la familia dejó de ser sagrada para los que controlan las vidas de los integrantes de las mayorías argentinas. Y algo parecido ocurrirá con el mito popular de la madre. Desde el tango hasta la publicidad, desde la Plaza de Mayo a los posters baratos, la madre en la Argentina siempre fue un objeto de culto. Muchos utilizaron semejante idolatría en beneficio de diferentes negocios.

 

Y si las madres o la mamá en cuestión no era reducida a mercancía o a las postales tranquilizadoras del sentido común, eran tratadas de locas.

A pesar de la historia de los últimos treinta años, las madres todavía convocan sentimientos que suelen colarse a través de los contestadores automáticos de las radios de cualquier punto de la geografía del país.

Pero el saqueo también ha arrasado con las distintas formas de sensibilidad.

Una madre desesperada no parece despertar la inmediata solidaridad que otrora.

Es que el país ya no es el mismo.

Las minorías multiplicaron sus riquezas y esquilmaron de bienes y viejos valores a las mayorías.

No todo es tan simple ni blanco sobre negro, pero la ausencia de justicia aplanó las diferencias entre lo que está bien y lo que está mal y el exilio del trabajo dejó huérfano al futuro y al sentido colectivo de la vida popular. Si nadie juzga qué es lo malo y qué es lo bueno se vive sin sentido, entonces lo humano deja de importar para ingresar al paisaje de lo natural, de lo que supuestamente no podrá modificarse; y, en forma paralela, la existencia sin sentido explota en muertes sin sentido que suelen aparecer en los noticieros de los medios de comunicación.

“La sonrisa de mamá”, vieja película del cine nacional, lugar común en el que convergían todos aquellos valores reales y ficticios sobre las madres, forma parte de un pasado lejano.

La crueldad y la indiferencia fueron impulsadas en forma paralela al saqueo contra el pueblo.

Entonces florecieron las postales de la indignación. Las que llevan a decir: “Esto, antes, en la Argentina no se veía”.

Sin embargo en la Argentina del presente suelen aparecer estas imágenes.

Ana Verónica Garzón tiene cinco hijos, de dos, cinco, seis, ocho y diez años. Dos de ellos presentan distintos cuadros de discapacidad y ella, la madre, no consigue trabajo ni ninguna forma de asistencia estatal.

Los seis viven en una pieza que subsistió a una tormenta que se llevó algunas chapas de ese lugar de miseria en pleno corazón de Santiago del Estero.

-Tengo una sola cama y allí nos arreglamos, mi madre me ayuda para la comida, pero no es suficiente, por ello uno de los chicos tiene bajo peso y siempre lo llevo a que lo controlen en el hospital- le contó Ana a los periodistas.

Dos de sus cinco hijos van a la escuela. Los demás no pueden.

-Yo necesito un trabajo para mantener a los chicos, en este momento no tengo nada para ofrecerles, por lo que pido a los que me puedan ayudar con colchones, frazadas, mercadería, para que ellos puedan estar mejor- rogó la mamá ante los micrófonos de los periodistas.

Más allá de los dioses y las religiones, más acá de las necesidades y las urgencias, ¿habrá alguien que recuperará el viejo sentido de la indignación para darle una mano a una madre en semejante situación de saqueo permanente?

¿Cuántas Ana Garzón forman parte de la realidad argentina de esta primera década del tercer milenio?

Hace rato que “la sonrisa de mamá” es una leyenda solamente reservada para algunas mujeres argentinas.

Fuente de datos: Nuevo Diario Web - Santiago del Estero 24-04-06


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