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Por Silvana Melo
(APe).- “Inmessionante”, fue el adjetivo que la Pepsi creó para Messi y logró que el diccionario de la RAE lo incluyera en 2013. Esponsoreado por la gaseosa rival de Coca Cola, Lionel había sufrido once lesiones musculares entre 2006 y 2013 y vomitaba antes de cada partido, replicado por millones de pantallas en todo el mundo. En un potrero de José León Suárez o del Gran Rosario, mínimos messis de diez o doce años corren un sueño chiquito combustionado por grasas hipersaturadas, con papas fritas que ni siquiera son las Lays que promociona el ídolo extraterrestre sino bolsitas pringosas sin marca conocida, que es a lo que puede acceder. O la Pepsi que a veces es Pepsi y otras una imitación marrón en vaso de plástico, que al último trago es el mismo veneno con un gramaje de azúcar desproporcionado para un cuerpo pequeño y sus músculos en formación.
Los pibes del acá lejano, los que no accederían jamás a un nutricionista como el de Messi, tampoco podrían nunca comer como él. Por eso el 31 por ciento (cifras de Unicef) es gordo o corre riesgos de serlo, es diabético o lo será, tiene el colesterol malo alto o se le subirá cualquier día.
A Lio la magia le volvió a los pies y la plasticidad al músculo cuando su médico recién adquirido le puso en la mesa los cinco alimentos que, dice, serían como la Infinia de YPF para el cuerpo: “agua, un buen aceite de oliva, cereales integrales y frutas y verduras frescas biológicas, o sea no contaminadas con pesticidas, herbicidas y demás, porque eso hace mucho daño al organismo. También son muy buenos los frutos secos y las semillas".
Los enanos del potrero de Monte Quemado o de Lomas del Mirador se desgarrarían en la primera exigencia. Ocho de cada diez verduras o frutas de las que podrían comer –si económicamente fueran accesibles- están contaminadas con funguicidas, insecticidas, plaguicidas, acaricidas. Como las espinacas azules de endosulfán (un tóxico de uso prohibido en Estados Unidos), de un color que no se iba ni con el agua, que descubrieron los chicos del Hogar Juan XXIII de Gerli. La Universidad de La Plata realizó un estudio revelador (“Relevamiento de la utilización de agroquímicos) que pone fatalmente en tensión la certeza de que consumir verduras es comer sano. Por su parte, los alimentos orgánicos son inaccesibles por el costo. Y el Gobierno Nacional quitó las retenciones a su exportación, por lo que lo saludable cruza las fronteras y los venenos se disuelven en los huesos de los cracks de canchita baldía.
Los pibes del acá lejano comen lo que pueden y mueren por la Lays y la Pepsi que publicita Messi en enormes anuncios en pantallas led. Pero que ya no come ni bebe. Porque no son más que alimentos ultraprocesados, con toneladas de azúcar, sal y grasas trans “que es imposible que alguien coma para luego correr dos horas una cancha enorme”, dice la investigadora y periodista Soledad Barruti. “La teoría ´no importa lo que comas, lo importante es que te muevas´, que repiten cada vez que pueden Coca Cola o Pepsi a modo de deslindarse de cualquier responsabilidad sobre la epidemia de obesidad y diabetes tipo 2, es mentira”, asegura la autora de Malcomidos. “Ninguno de esos jugadores comen papas fritas con gaseosas ni desayunan Zucaritas. Y si lo hacen les va bastante mal”.
Alberto Rovira, médico principal de San Lorenzo, dijo a La Nación por qué es imposible que los chicos del acá lejano, en el potrero o en los clubes, se alimenten saludablemente como Messi. Aunque la nafta súper de la que habla el nutricionista parece no esconder nada más de lo que cualquier especialista sabe. Más allá del costo de los alimentos sin pesticidas ni herbicidas, “hacer una estructura de alimentación orgánica para 30 jugadores es muy difícil; porque después hay que trasladarla a los cuatro días que comen en su casa”. Y “hay muchos chicos que en inferiores sólo comen en el club".
Barruti cita al pediatra y endocrinólogo estadounidense, especialista en obesidad infantil, Robert H. Lusting: “La Coca Cola tiene cafeína, que es un estimulante mental y un diurético: eso es que te hace orinar agua. Tiene 55 mg de sal por lata: es como tomar pizza. ¿Qué sucede si tomás sodio y orinás agua? Te da más sed, claro. Entonces, ¿Por qué tiene tanta azúcar la Coca Cola? Para ocultar la sal. Más sal y más cafeína: ellos lo saben”.
A Messi el nuevo nutricionista le prohibió el azúcar. Principal componente de gaseosas y jugos que, “según el tamaño del vaso, (pueden incorporar) entre 500 y mil calorías. Por eso son señalados hace ya varios años como los mayores responsables de la obesidad que carga al planeta”.
¿Quién convence a los pibes del acá lejano de que tomar agua es rico si a mano tienen un jugo en polvo que es pura azúcar y colorantes industriales (un veneno perfecto) o, si está etiquetado como light, los mismos colorantes tóxicos más el aspartamo, un cancerígeno demostrado, pero con sabor?
Soledad Barruti ensaya un incómodo deseo: “Ojalá Messi, que ya hizo grandes millones promocionándoles (a los pibes del acá lejano) porquerías que les hacen daño tenga el altruismo para decir en los medios cómo come y por qué. Que no toma Pepsi ni come papas Lays, sino agua y ensaladas orgánicas”.
Pero hay algunos agravantes: el Estado implica a los responsables de la alimentación superindustrializada, procesada e infectada de agrotóxicos, en la salud de los chicos escolarizados. Es decir, destina la evaluación de la alimentación de los alumnos porteños a un grupo internacional (Instituto Internacional de las Ciencias de la Vida, ILSI) integrado por empresas como Monsanto, Syngenta, Bayer, Coca Cola y más. El programa que los invita, en otro oxímoron sistémico, es “Mi escuela saludable”.
Sin embargo, Clarín reproduce el estudio de Unicef (insospechada de antisistema) acerca de la bomba alimentaria que inocula obesidad y enfermedades evitables a los adolescentes más vulnerables, y replica textualmente “la mala calidad de los alimentos que reciben los adolescentes más pobres: consumen más productos con azúcar agregada, más grasas, y harinas, más bebidas azucaradas, como gaseosas y jugos, y tienen menos oportunidades de acceso a frutas y verduras”. Pero nada de esto está en las agendas de los gobernantes ocasionales. En realidad, está entre los pliegues más oscuros de sus agendas. En las tramas de los negocios y en el tejido del aquel país donde el acá lejano no accede jamás a la determinación de una sola puntada.
Donde se come, se vive y se muere según la urdimbre de los que deciden. En la canchita baldía o en la calle salvaje.
Edición: 3147
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