Las expectativas y el empate en la historia

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Por Carlos Del Frade

(APe).- Empatarle al fin de mes.

El mejor resultado que en la cancha grande de la realidad y la historia obtienen las mayorías argentinas.

Aunque se busque la victoria.

Aunque la ilusión sea ver un gran triunfo.

Pero el problema mayor sea justamente ese, esperar, ilusionarse con que la consecuencia sea la felicidad mayor sin poner mucho de uno mismo en la concreción del logro presentado, en una primera instancia, como sencillo.

Quizás sean las palabras en su origen las que explican el presente de los argentinos.

El diccionario Espasa Calpe define a la expectativa como la “esperanza de conseguir una cosa, si se depara la oportunidad que se desea. Posibilidad, más o menos cercana o probable, de conseguir un derecho, empleo, al ocurrir un suceso que se prevé o al hacerse efectiva determinada eventualidad”. Y apunta que el expectante es aquel “que espera observando, o está a la mira de una cosa”.

Un sinónimo de la palabra expectación es ilusión y otro, deseo.

De acuerdo a la etimología del idioma español, expectación, de la que deriva expectativa, deriva del latín, y apareció en el año 1570, como hija de los términos exspectare, esperar y del vocablo spectare, mirar.

Es decir que las expectativas surgen de una posición en la historia.

Mirar con deseo o ilusión aquello que pueda pasar.

Pero ese afán de lograr algo mejor no se protagoniza, simplemente se mira, simplemente se está a la espera de que ocurra.

De allí que las encuestas, muchas veces, no solamente hablen de cuestiones materiales, si no también de lugares elegidos para vivir la historia.

Porque ser espectador no es lo mismo que ser protagonista.

Y los resultados son difíciles de cambiar si las mayorías eligen, simplemente, esperar mirando el devenir de los hechos.

La Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica Argentina, acaba de presentar el informe sobre el llamado “índice general de expectativas económicas (IGEE)” correspondiente al mes de setiembre de 2011.

Allí se lee que “luego de las elecciones primarias abiertas y obligatorias, las expectativas económicas de los argentinos alcanzaron su valor histórico más alto desde el inicio de la serie en 2004. Todos los componentes del IGEE experimentaron importantes subas con respecto a la medición anterior”, sostiene el documento.

Y agrega: “Al preguntar a los entrevistados sobre la situación financiera de sus hogares, el 66 por ciento manifiesta que apenas logra llegar a fin de mes con sus ingresos, mientras que un 7 por ciento declara que se está endeudando y un 6 por ciento que está utilizando sus ahorros para solventar los gastos del hogar”, explica el informe.

También añade que “al analizar los diferentes estratos sociodemográficos, las personas de clase baja (74 por ciento), con educación primaria (71 por ciento), los mayores de 65 años (71 por ciento) y del interior del país y el GBA (72 por ciento), son quienes manifiestan las mayores dificultades para llegar a fin de mes”.

Quizás el informe sea un claro diagnóstico de la conciencia popular tantas veces sometida a distintas campañas de desinformación y promesas permanentes: las grandes mayorías desean, necesitan que las cosas anden mejor y, en forma paralela, saben que apenas les alcanza para empatar al fin de mes.

El misterio, posiblemente, esté en el origen de las palabras.

La victoria será cuando se deje de esperar y mirar desde afuera para protagonizar los necesarios cambios desde adentro de la cancha grande de la historia, desde la cancha grande de la realidad.

 

Fuentes de datos:
Índice General de Expectativas Económicas Septiembre de 2011, Diccionarios Espasa Calpe y de Etimología de Joan Corominas.

 

Edición: 2094

 

 


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