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Por Angel Fichera
(APe).- Yo no tengo telefonito. Y el abuelo tampoco. ¿Para qué? ¿Quién nos va a llamar? ¿Los mismos que nos vendieron el telefonito para vendernos nuevos telefonitos...?
Pero no es que el abuelo esté en contra del progreso. Y yo tampoco. Si quieren llenar el mundo de máquinas, que lo llenen. Lo único que nos interesa es que no saquen más árboles y que no pongan más antenas. Los árboles son el pulmón del mundo, la nariz por donde respiramos. Y de las antenas salen rayos que nos fritan el cerebro, nos traen enfermedades innombrables que ni los médicos conocen.
Un día el abuelo me señaló una antena, allá a lo alto, justo arriba de un hospital. Pensé: mientras nos curan, también nos siguen enfermando...
A mí me gustan esos teléfonos grandes, negros, con los números dentro de agujeros en donde cabe justo un dedo. Esos que aparecen en las películas de detectives y que uno levanta haciendo fuerza con el brazo y dice “halooo, detective Mulligan al habla... ¿Qué se le ofrece...?”.
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