Los jóvenes de Francia

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Por Alberto Morlachetti

(APE).- Las imágenes muestran el peso de la urgencia: más de un millón de personas -fundamentalmente jóvenes- encendían “de luna clara” las calles de Francia, especialmente en París, Nantes, Lyón, Rennes, Marsella y Lille para protestar contra el Contrato de Primer Empleo (CPE) aprobado por decreto por el Gobierno neoliberal del Primer Ministro Francés Dominique de Villepin y que permite el despido sin justificación de los trabajadores menores de 26 años. Supuestamente para disminuir el desempleo de los jóvenes franceses que llega al 25 por ciento y trepa al 45 entre los hijos de los inmigrantes nacidos en Francia. Aunque no le falten ganas al gobierno de enviar a esos adolescentes inmigrantes a la tierra de la desesperación.

 

Bruno Julliard, el líder juvenil de 25 años que jaquea al gobierno de Chirac manifestaba “Estamos tocando la victoria con la punta de los dedos”. Aunque muchos adultos desencantados -que un día fueron tan puros como ellos- contemplan a los jóvenes con una sonrisa de Harvard.

Jean-Robert Pitte -presidente de la Universidad de la Sorbona- en declaraciones al diario La Nación decía que “todos aquellos que en las universidades se desgarran las vestiduras contra las medidas gubernamentales parecen no tener en cuenta que el CPE no ha sido particularmente pensado para los estudiantes, sino para los jóvenes sin calificación”. Es decir pensados para los niños pobres y los hijos de inmigrantes crecidos como desamparos.

En el malestar de Francia se superponen dos padecimientos: el más visible, el que procede de las conmociones socioeconómicas del capitalismo, pero también otro -más subterráneo- los efectos destructores del individualismo actual que le otorgó a los hombres la posibilidad de sustraer la mirada de las víctimas sociales. “He aquí la causa última de la desesperanza moderna, que no admite ninguna petición de gracia” diría John Berger.

Las ideas y los programas de bienestar gobernados por las fuerzas impersonales de los mercados, instalaron un sentimiento de miedo y fueron erosionando el viejo estado de bienestar dejando un paisaje caótico de ruinas azules y certezas derrumbadas. El ministro del Interior, Nicolas Sarkozy -entre los odios del día- penaliza a los niños pobres e inmigrantes con una ley que prevé el seguimiento de los “niños terribles” entre los 3 y los 6 años que son “más propensos a convertirse en delincuentes”.

En el Mayo Francés del 68 la imaginación buscaba el poder a través de los jóvenes que fueron la chispa que encendió la rebelión con independencia de las posibilidades de transformación de aquella sociedad que ellos consideraban irreparable y conmovieron al mundo con su erotismo y su utopía.

Los niños mozos suelen ser el último fundamento de la esperanza. La lucha de estos jóvenes que en medio de los escombros mojan su utopía en agua de luna, tienen la certeza poética de una venida: “La belleza será convulsiva o no será”. El latido de sus corazones no deja de ser épico. “Mañana en la batalla piensa en mí”.

Fuente de datos: Diarios Perfil y Clarín 19-03-06, La Nación y El País - España 21-03-06

 

 

 

 


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