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Por Carlos del Frade
(APE).- Rebelarse ante la muerte. Eso es lo humano.
El trabajo transforma la naturaleza y burla la muerte.
El amor también gambetea los límites y es una forma de lo humano, de lo rebelde ante lo único seguro.
La rebeldía es lo humano.
Naturalizar lo inhumano, pasear entre las distintas formas que adquiere la muerte parece ser una manera de complicidad.
Por eso hay que celebrar el compromiso de aquellos que se rebelan ante la desmesurada realidad del saqueo permanente contra los pueblos latinoamericanos.
Dice John Orlando, responsable del Programa de Tierra de Hombres en América Latina y el Caribe en un comentario difundido por la Federación Sindical Mundial que “noventa y ocho millones de indigentes viven en ciudades o en suburbios de América Latina. No verlos es imposible, ignorarles está al alcance de todos. 98 millones de personas representan la suma de los habitantes de Inglaterra, Holanda, Bélgica, Austria, Finlandia y Suiza”, apunta con un necesario esfuerzo descriptivo.
Alguna vez se dijo que la ecuación del realismo se resume en ver para creer. John Orlando viene a contar que eso no alcanza. Que es necesario rebelarse para ver. No naturalizar lo inhumano para ver de verdad.
“Si todas estas personas se alinearan cogidas de la mano formarían una fila humana que daría más de dos vueltas a nuestro planeta. Pero más insoportable resulta pensar que 50 por ciento de todos ellos son niños. El equivalente a la población total de España y Dinamarca juntas”, remarca en su urgencia por conmover a los que solamente asisten a las cifras como elementos del paisaje, como componentes de lo natural.
Los que se hacen cómplices de la naturalización de lo inhumano.
Pero Orlando dice lo obvio, lo necesario: “Esta es una situación inaceptable, una violación constante de los derechos fundamentales de todo ser humano. La necesidad de cambiar las cosas, de pelearnos por las personas en situación de pobreza en América Latina y por los miles de niños y mujeres que sufren esta situación es un compromiso y la responsabilidad de todos”.
Y advierte que “las prácticas cotidianas de las organizaciones internacionales que trabajan en el terreno ofrecen una ayuda concreta a miles de niños y adultos que viven en situaciones intolerables. No obstante, la ayuda prestada no tiene que sustituir a la responsabilidad del Estado, de la sociedad civil y de las comunidades”, define con claridad.
Desde hace más de cinco siglos, los pueblos del continente celebran la resistencia y la rebeldía más allá de la continuidad del saqueo.
Son los pibes de estos arrabales del mundo los que más allá de la pesadilla impuesta gambetean miserias y descubren y defienden el amor y la amistad.
No pueden con ellos, aunque los empujen al agujero negro de la indigencia.
Porque en esas inverosímiles demostraciones de la tozudez de la ternura que siguen germinando en América del Sur, aparecen las conciencias rebeldes, los que insisten en darle sentido a palabras viejas como libertad e igualdad.
Ellos, los pibes, los que son más en este país grande y dividido, son capaces de los gestos humanos que muchos han dejado de tener.
Los pibes del Sur son portadores de la rebeldía, de la solidaridad y de soñar futuros.
Los que también esperan la indignación de tipos como Orlando, porque saben que gente así juegan en el mismo equipo.
Fuente de datos: Federación Sindical Mundial 16-02-06 y IAR Noticias 10-03-06
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