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Por Carlos del Frade
(APE).- Beto tenía dos años y diez meses y murió como consecuencia de un incendio originado en un cortocircuito, en la ciudad de Rawson. El chiquito era uno de los cinco hijos de Roxana y Félix que gambetean la mishiadura con planes oficiales, un kiosko y varias changas más. Los bomberos dijeron que una chispa saltó de la caja con cables que estaba sobre la cama, metida en la pared.
"Yo me había ido un ratito antes y estaba todo bien. Los cinco niños se quedaron con otra hija mía más chica, unos estaban tomando té, otros jugaban al metegol...", dijo Miguel Ángel, el abuelo del pibe. La justicia del lugar caratuló el hecho como “muerte por accidente”.
Una vez más, entonces, aparecieron las palabras tapahuecos como el adjetivo “trágico” o el sustantivo “fatalidad”. Parece ser que los cortocircuitos tienen la mala costumbre de matar chicos pobres. Y que los ángeles de la guarda son enemigos de la electricidad. Que no pueden con los heraldos negros, con los asesinos seriales que se esconden detrás de los cables.
Lo “trágico”, lo “fatal”, terminan siendo los responsables de las muertes de chicos como Beto que apenas había empezado a hablar.
Sin embargo hay indicios que no se trata de una contienda metafísica que usa a la electricidad como medio para sembrar el terror y la muerte entre los pibes.
Se trata, como siempre, de cuestiones vinculadas al poder y los maltratados por el poder.
En la página que tiene la empresa Edenor, una de las firmas que se hizo cargo del servicio eléctrico luego del remate del estado en los años noventa, aparece una curiosa definición para los chicos.
“En nuestras casas, la electricidad permite que funcionen las lamparitas eléctricas, la televisión, la tostadora y muchas otras cosas. Es muy difícil imaginar nuestra vida sin ella”, dice con un curioso tono pedagógico.
“La electricidad es una forma de energía. Energía es poder... el poder de hacer, de hacer por ejemplo que las cosas se muevan y de hacer que las cosas funcionen”, sigue diciendo la página de la empresa destinada a contestar las dudas de los más pibes.
La electricidad es una forma del poder, sostienen los voceros de una de las empresas que convirtieron al servicio público en un negocio privado. De tal forma, si la electricidad es una manifestación del poder, no es casualidad que siempre ocurran supuestos accidentes mortales donde no hay poder económico.
Y la otra cuestión para pensar por qué mueren chicos como Beto, es atender lo que afirman los investigadores del Hospital de Niños “Ricardo Gutiérrez”, de la ciudad de Buenos Aires.
Apuntan que el 7 de mayo de 1879 Albert Hail pone en funcionamiento en la Ciudad de Londres miles de lamparitas eléctrica provocando un brillo cegador y que “a partir de entonces se han observado lesiones relacionadas con su utilización, muy especialmente desde que la misma se usó con fines comerciales en el año 1949. La primera comunicación por accidente eléctrico es justamente del año 1879 y desde entonces la difusión de la red eléctrica, ha generado muertes, quemaduras, discapacitados y secuelas de diverso grado”, señalan en un trabajo difundido por Internet. Demuestran que “lo más preocupante de estos mal llamados ‘accidentes’, es que todos pueden ser evitados”.
Esta conclusión de los investigadores del Hospital Gutiérrez sobre que “todos” los “mal llamados accidentes pueden ser evitados”, diluye la sombra de la fatalidad o la tragedia.
Simplemente se trata de poder o no poder contar con una instalación eléctrica correcta, como lo sugiere la página de una empresa que se llena de dinero vendiendo luz.
Beto no murió como consecuencia de crueles dioses ni como consecuencia de una tragedia o fatalidad, sino de una manera de vivir que ni siquiera tiene derecho a disfrutar de un viejo descubrimiento científico como es la electricidad.
Fuente de datos: Diario de Cuyo - San Juan 08-03-06 / Páginas web de Edenor y del Hospital Ricardo Gutiérrez
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