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Por Carlos del Frade
(APe).- Hay chicos que nacen en medio de los basurales.
Sucede en la Argentina. El país de la abundancia, de la desmesura.
Parir entre las sobras. La vida abriéndose paso entre los desechos.
Gambeta del amor a la profecía del fracaso.
Pero cada vez cuesta más eludir la imposición de los que deciden quiénes están adentro y quiénes deben resistir desde las afueras.
Es necesario remarcar la insistencia del amor, la obstinación de la vida para salir adelante.
Sin embargo es preciso subrayar la injusta e inmoral situación de mamás pariendo entre lo que debe ser eliminado, lo que ya no sirve.
Y el amor, la vida, la mamá, el bebé y la familia de quien sea, siempre sirven.
Pero cada vez hay más gente que vive de la basura y que está condenada a dar a luz en la geografía urbana del desprecio.
El sistema se empeña en demostrar que si un niño nació en la animalidad de un establo, de un pesebre, hace más de dos mil años; ahora no solamente profundiza la suciedad y la inhumanidad de la cuna sino que multiplica ya no el origen del pibe, sino el final: los chicos que nacen en medio de la basura ya están crucificados. El final de aquel pibe que se hiciera famoso por su rebeldía, por su amor rebelde.
No hay establos ni pesebres en las grandes ciudades argentinas, ni tampoco reyes magos, hay mamás que deben parir en medio de basurales. Ya cargan con la cruz impuesta por los proveedores de mandatos del orden establecido.
Las revistas, los diarios, la televisión, la radio y hasta las escuelas enseñan la necesidad de cuidar a la mamá y al bebé en el misterioso y maravilloso momento del nacimiento.
En pleno tercer milenio está instalada la imagen de una mujer cuidada en ese instante existencial. Imagen que debería repetirse en todos y cada uno de los partos.
Sin embargo no es así. Las imágenes del sentido común sirven para tranquilizar conciencias y vender servicios que algunos pueden pagar o tener.
Porque los que viven de la basura, son tratados como tales y deben parir entre las sobras.
Allí está la cruz. La marca del nacimiento es la marca que el sistema intentará profundizar en la vida de la criatura y es la que asfixia la vida de la mamá.
Parir entre la basura, Argentina tercer milenio, la crucifixión democratizada.
Susana Díaz, en su rancho de palos y nailon y sobre cajones de verdura, fue mamá de Deolinda, “como la difunta Correa”, mientras era asistida por tres policías sanjuaninos.
Susana, con sus escasos y curtidos veintiún años, estaba trabajando en el basural de la llamada calle 14, en El Cerrillo.
Deolinda nació en el basural donde descargan las sobras de varios municipios del denominado aglomerado Gran San Juan.
Susana y Luis, su pareja, juntan plásticos y lo intentan vender lo mejor que puedan.
Viven de la basura. Lo cotidiano es la crucifixión y esa manera de existir es la cuna de Deolinda. ¿Cuántas Deolindas nacen de esta manera en la Argentina, país de riquezas legendarias? ¿Cuántas?
“La pareja es cosechadora de uva, pero como no encontraron trabajo en Sarmiento, se mudaron al basural y viven allí desde hace tres meses junto a otros parientes, contó la mujer”, a los medios regionales.
Los agentes policiales llevaron a la familia a un hospital y allí se comprobó, una vez más, la increíble tozudez de la vida para gambetear las cruces impuestas.
Pero cada vez cuesta más. Cada vez se hace más inmoral el vivir y el parir desde la exclusión.
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