Cielo de metal

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(APe).- La patria es dicha de todos y dolor de todos, y cielo para todos, y no feudo ni capellanía de nadie, dice Martí. Es el nuestro -sin embargo- un país de cenizas. Ya nadie despierta a los niños pobres con cantos de pan caliente. Dos legisladores mendocinos presentaron, hace unos días, ante la Legislatura Provincial, un proyecto de ley que pretende “instaurar un servicio cívico-militar obligatorio de un año para todos los varones mendocinos que a los 18 años no puedan acreditar que estudian o trabajan”. Lógica perversa que deja ver -como dice Marechal- un rostro patético en el que la fiereza y el martirio se dibujan con las tintas más fuertes, mostrando, una vez más, que el poder no claudica en la persecución de sus objetivos primordiales. Ahora, en Mendoza, un cielo de metal oprime pecho y venas.

 

La iniciativa fue elaborada por el senador Daniel Cassia (Partido Justicialista) miembro de la Comisión Bicameral de Seguridad, con el apoyo de su presidente, José Álvarez (Partido Democrata). No se aclara -ni en la letra chica- que a los jóvenes que moran en la resaca de los destierros se les niega el derecho de trabajar y de estudiar y que apenas sobreviven atados a las espaldas de un tigre. Para Cassia, "el componente militar es básico para que los jóvenes adquieran pautas de conducta y de obediencia, a la vez que recuperan conceptos como amor a la patria y la familia”. Palabras y peligros en la soberbia de una afirmación enredada y engañosa que llama “pérdidas” a los despojos y trae un anochecer que llega con una espada.

Según la crónica, para el legislador los “cientos de chicos en la calle sin nada que hacer, sin trabajo, sin estudio, sin disciplina” representan un “grave peligro” para la sociedad. Entrarán los pibes a paso de ganso a los cuarteles, reclutados como en la vieja leva, a un encierro durante un año, percibiendo un “Plan para Jefes de Hogar” en caso de prosperar la iniciativa.

La juventud -memorias de una antigua belleza- es un poema que sale a pie para cantar sus protestas y defender su libertad. Lo hacen con la terquedad de sus afectos, con rituales cargados de ironía para cambiar el universo que los mata -el fin de su asesino- y con un empeño obsesivo frente a las derrotas. Ellos nos muestran el carácter perecedero de las construcciones humanas.

Fuente de datos: Diario Uno - Mendoza 22-10-04

 


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