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Por Carlos Del Frade
(APe) -Yo vivo en San Lorenzo y trabajo cerca del barrio. Creo que el barrio tiene muchas cosas lindas, sobre todo por la historia de mi infancia, mis amigos, la familia. Sólo me gustaría que se termine la droga y que arreglen el barrio, las calles, está todo re abandonado. Hay basura por todos lados…- cuenta Alexis Rojas, uno de los muchachos entrevistados en el barrio San Lorenzo, en la ciudad de Santa Fe, capital del segundo estado de la Argentina. Fue en una entrevista que apareció en la muy buena revista “El surco del oeste” que a todo color salió en diciembre de 2013.
El 22 de mayo de 2014, día que recuerda el cabildo abierto de 1810 donde 165 tipos inventaron el sueño colectivo inconcluso de la Argentina, los trabajadores de los centros de salud de los barrios santafesinos generaron una radio abierta a las puertas de la Casa de Gobierno de la provincia para reclamar atención por lo que vienen enfrentando en los distintos puntos de la geografía en donde estalló la primera revuelta criolla de estas pampas, la llamada revolución de los siete jefes.
Muchos de esos obstinados luchadores contra las enfermedades que golpean las familias humildes, nucleados en el Sindicato de Profesionales Universitarios de la Salud, manifestaron su “profunda preocupación” ante los “graves y repetidos hechos de violencia que ocurren en los barrios” donde trabajan.
De allí que la convocatoria tenía como consigna: “La seguridad también es salud”, haciendo hincapié en la necesidad de la real inclusión social como respuesta ante diferentes formas de violencia que terminan generando grandes negocios y multiplicación de corrupciones institucionales.
El documento de las trabajadoras y trabajadores de hospitales y centros de atención primaria de la salud denuncia una “situación de anomia” que se expresa “en el recrudecimiento del conflicto social, que se muestra de manera contundente en la escalada de homicidios cometidos al interior de estas comunidades afectando a la población dentro de la cual estamos incluidos los agentes del Estado”, dice el escrito.
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-Nos resistimos a naturalizar esta situación que es producto de una complejidad social que tiene sus raíces en la exclusión. El actual contexto se caracteriza por un aumento en la circulación de armas y drogas, pero esto se aborda con políticas integrales que tengan como fin mejores condiciones de vida para la población. La inseguridad se combate con inclusión social, sin estigmatizar a los más vulnerables – afirma el documento.
Agrega que “las pocas veces” que existieron respuestas, duraron poco tiempo, “generando frustración, impotencia, diferentes modos de padecimiento subjetivo en algunos y en otros impunidad. Hoy nos encontramos nuevamente movilizados como colectivo de trabajadores a la luz de los trágicos acontecimientos sucedidos con una crudeza y recurrencia cada vez mayor en las zonas de nuestra ciudad más invisibilizadas y postergadas, como lo son los barrios y asentamientos de la periferia, donde se hace patente la retirada del Estado en sus diferentes modos de representación, lo cual impacta de lleno en el necesario ordenamiento social que requiere la regulación de las tensiones inherentes a la vida cotidiana de sus ciudadanos. Necesitamos romper el silenciamiento en el que nos deja la falta de respuestas, la escasez y precariedad, cuando no ausencia total, de las pretendidas estrategias de inclusión, lo cual no hace más que profundizar la sensación que los habitantes de estos barrios son ciudadanos de otra categoría”, apunta el excelente comunicado de los trabajadores.
Añaden que exigen “la creación de nuevos espacios de inclusión (deportivos, culturales entre otros) que promuevan otro tipo de lazo/vínculo entre los jóvenes, puesto que los que funcionan en nuestros barrios son escasos, precarios, cuando no nulos, lo cual lleva a generar una mayor brecha de exclusión. Entendemos que esto genera una mayor fragilización de los equipos de salud/educación, y por ende de sus prácticas debido al impacto que recibimos al quedar sobre-expuestos en la búsqueda de respuestas ante situaciones que nos exceden. Nos encontramos ante una ausencia de estrategias acordes a las nuevas situaciones que se presentan y se vivencia una desarticulación con otros organismos como así también de este modo denunciamos el repliegue de las instituciones gubernamentales y solicitamos la planificación y ejecución de un plan integral de acciones preventivas, promocionales y efectivas que permitan superar esta realidad”, termina el documento presentado en la fría mañana del jueves 22 de mayo pasado.
Ese análisis surgido del profundo compromiso cotidiano de poner el cuerpo y la capacidad profesional a favor de los sectores más castigados merece una respuesta que no pasa solamente por la irrupción de gendarmes, prefectos o policías armados hasta los dientes. Los trabajadores de la salud santafesina, los que todos los días insisten en pelearle a las distintas formas de violencia necesitan que sus reclamos sean tenidos en cuenta.
Imagen: La marcha de los cosecheros, de Antonio Berni.
Edición: 2700
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