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Por Silvana Melo
(APe).- En la bolsa ecuménica donde se mixturan las condenas y los privilegios suele haber deudos y deudores. Indultos e indulgencias. Endeudados y desendeudados. Elegidos y desterrados. Buenos Aires provincia está en deuda infinita, impaga, injusta con millones de niños de un territorio amplio, desierto de justicia, sembrado con la pajabrava de la inequidad. Esa tierra larga y ancha, de mar y pampa, de trigo y arena, guarda una deuda terrible con centenares de miles de pibes sin rumbo, sin escuela, sin trabajo, sin casa, sin una bolsita de futuro para retirar en la puerta de algún amanecer. Asomados a un mundo de feroz hostilidad que los responsabiliza de todos los males. Amenazados con rejas y leyes terribles. Puestos a asumir la culpa original, si las espaldas de los chicos hoy dan para expiarlo todo. Y dejar a los adultos que manejan los hilos, en la paz necesaria para continuar proclamando la injusticia reina y emperatriz en las alturas bicentenarias.
Pero deudas hay muchas y diversas. Del país con las provincias. Y de las provincias con el país, por ejemplo. Las deudas, entre otras cosas, son herramientas como lazos, que sirven para llevar del cuello a los deudores. Para obligarlos, para someterlos, para humillarlos, para hacerlos propios. La Nación sabe muy bien de estas cosas y las provincias también. Las deudas como horcas al cuello no son pagadas por el presidente, los ministros del presidente, el gobernador y los ministros del gobernador. Son abonadas taxativamente, día tras día y sin posibilidad alguna de morosidad, por cada pibe con hambre, cada embarazada sin agua, cada familia sin casa, cada bebé sin nutrientes, cada casa sin trabajo.
La Presidenta de la Nación, después de arduas discusiones con las provincias deudoras y endeudadas, que deben y a las que se debe, decidió una medida de desendeudamiento que implica un año y medio de no pagar para territorios heridos gravemente en sus finanzas. Buenos Aires provincia, escenario desesperado y desesperante para cualquier apetencia política, fue la más beneficiada. El mismo Gobernador dio las cifras exactas de lo que no deberá salir de la caja bonaerense gracias a la decisión presidencial: tres mil trescientos millones en 2010 y cinco mil sescientos millones en 2011. Es decir, Buenos Aires ya no deberá pagar a la Nación 9.200 millones de pesos en los próximos 18 meses. Se le sacó de las espaldas la furia de la pesada deuda. Pero ¿se sacará Buenos Aires territorio algo de la ferocidad de su propia deuda con los más, con los vulnerables, con los olvidados de todos los tiempos?
¿Dónde elegirá colocar Buenos Aires la deuda que ya no tiene que pagar? ¿Cuáles serán sus prioridades? ¿En qué gastará? ¿En qué invertirá? ¿Gastará o invertirá? El presupuesto del Ministerio de Desarrollo Social para 2010 es de 2934 millones y unas migas más. La deuda que la Provincia no tendrá que pagar equivale a tres presupuestos sociales y un rabo. ¿Irá esa cifra a calmar los dolores de los marginados y los vulnerables? ¿Habrá unos pesos para aliviar el hambre de centenares de miles de chicos que corren el riesgo de morir por causas evitables? ¿Habrá recursos para evitar que mueran los que se mueren? ¿Habrá unos miles para evitar que los pibes que no se mueren terminen en las garras del paco, cada vez más desparramado como pólvora en el fuego en los sectores más populares? ¿Habrá fondos para sostenerlos justo cuando el pie se les suelta del borde y el abismo se los devora y el mundo les pide cárcel y mano dura y muerte temprana?
O tal vez el Gobernador prefiera engordar el presupuesto para seguridad. Que tiene 4950 millones para 2010. Es decir, casi un 70 % más en condena y en represión que en rescate y equidad.
Tal vez la Provincia necesite esos fondos para construir más calabozos, más celdas, más pabellones en las cárceles y más cárceles para cuando rija la nueva ley de excarcelaciones, el nuevo Código Contravencional y la baja en la edad de imputabilidad de los chicos. Todas las decisiones tomadas por el Gobernador para amordazar y tapar con hierro y herrumbres la deuda terrible de años de mano arbitraria, de olvido sistémico, de exclusión estratégica. Acaso es la urgencia. Por tanto clamor de encierro.
Son 9.200 millones más para la Buenos Aires provincia en lo que queda de 2010 y en el 2011 electoral. Definitivamente habrá que optar. Elegir en qué se gasta. En qué se invierte. Es una opción de futuro y de profunda definición filosófica. Usar la deuda que no se paga en profundizar las brechas y los puentes de hierro o en saldar la deuda verdadera, la más dolorosa, la que carcome las raíces de la vida.
Esa deuda, que son miles y centenares de miles como hormigas en el suelo invisible, alguna vez se atreverán a levantar un vuelo en el viento. Y con un toque de ala cansada harán volver la cara de los que deciden hacia donde nunca, jamás miran. Y la verdad será un relámpago en la historia.
Edición: 1788
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