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Por Carlos del Frade
(APE).- Ángel Vicente Peñaloza, el Chacho, se levantó en armas en los llanos riojanos cuando tenía sesenta y tres años. Su cabello era blanco pero todavía su cabeza y su corazón le ordenaban volver a montar, lanza en mano, para oponerse a las políticas que condenaban a su pueblo a vivir en la miseria, mientras que desde Buenos Aires se fomentaban las relaciones carnales con el imperio del siglo diecinueve, Gran Bretaña.
En una de sus proclamas, el Chacho habla de pelear por los hijos. Por los chicos riojanos. Era su bandera. Mucho más concreta que ciertas abstracciones políticas que ya para aquel entonces no decían mucho sobre la vida cotidiana, como la palabra federalismo.
Un siglo después, un obispo riojano, Enrique Angelelli, decía que había que tener un oído en el pueblo y otro en el evangelio para hacer felices a los pibes riojanos porque Dios, el dios de Angelelli, vivía en ellos, en los changuitos de los llanos.
Al obispo lo mataron porque era consecuente con lo que decía y algunos se sentían molestos por sus verdades y acciones.
En el nuevo milenio, un policía riojano parece ser ahora el que aplica curiosos planes de política social contra los chicos de las calles de La Rioja.
El comisario llamado Eduardo Poledri quiere sacar de las calles a los chicos y muchachos que se ganan algunas monedas limpiando los vidrios de los autos.
Poledri tiene varios argumentos según las edades de los pibes.
Si tienen entre quince y veinte años, el policía sabe que tiene que detenerlos porque interfieren en el tránsito, para que no insulten a las personas, que no arrebaten, para que no sean atropellados y para que “no ganen las calles”. El comisario enumera razones y da a entender que tiene otros motivos para borrarlos del centro.
Cuesta creer que en las tierras del Chacho y del Pelado Angelelli ahora sea un jefe de policía el encargado de supuestos planes de política social.
Pero más allá de la necesaria acotación de carácter histórico, hay que tratar de buscar el destino de los pibes.
Una vez detenidos, ¿qué van a hacer con los chicos?
¿Dónde los van a poner?
Poledri, el policía preocupado por los limpiavidrios, no lo dice en ningún momento ni tampoco se lo preguntan.
Pero los uniformados si preguntan. Datos filiatorios y otras cuestiones siempre en sede policial. Averiguación de antecedentes, como siempre.
Dice Poledri que con los más chicos se encuentran “con la familia desarmada”. El pibe “permanece media hora en la casa y vuelve a salir a la calle”, se lamenta el funcionario policial.
El único interés del funcionario es limpiar las calles del centro de pibes pobres que trabajan a su manera de lo que pueden.
El problema serio es la ausencia de algún otro poder del estado riojano que se haga cargo de las necesidades de los chicos y las de sus familias.
Como en el siglo diecinueve, la palabra orden debe relacionarse con la supremacía de los más fuertes y los más castigados deben ser confinados para que no afecten la visión de aquel orden.
Fue contra ese tipo de orden injusto que, precisamente en La Rioja, se levantaron el Chacho Peñaloza y el obispo Angelelli.
Para que pibes como los actuales peligrosos limpiavidrios pudieran disfrutar de la existencia y no padecerla.
Algo que a Poledri parece no interesarle.
Fuente de datos: Diario El Independiente - La Rioja 23-11-05
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