Limitaciones

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Por Sandra Russo

(APE).- “La Argentina sigue mostrando limitaciones para lograr que el crecimiento achique la brecha de desigualdad”. La frase pertenece a un comunicado de la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME), en el que también se indica que “el diez por ciento más rico de la población gana 25,4 veces más que el diez por ciento más pobre, cuando en 1990 esa diferencia era de 15 veces”.

 

Según ese informe de la CAME, “si bien durante el primer semestre de 2005 se ha producido una mejora, las cifras de la desigualdad continúan siendo graves, repercutiendo directamente sobre el mercado interno, ya que resta poder adquisitivo a los sectores de menores recursos, que son los que gastan el total de sus ingresos en la economía doméstica”. El informe toma datos proporcionados por el Indec. Los interpreta y concluye que “lo que más asombra del incremento de desigualdad observado desde el principio de la década del 90, es el fuerte traspaso de ingresos desde los sectores bajos hacia los sectores altos”. Bien, puede asombrarle eso a la CAME, pero es por otra parte bastante obvio que en la década del 90 se puso en marcha, menemismo mediante, un modelo apoyado por el Fondo Monetario Internacional cuyo eje y trasfondo era exactamente ése. No es un efecto colateral sino una lógica del modelo económico que empresarios, grandes y medianos, aceptaron sin chistar. El modelo liquidó a los pequeños empresarios y destruyó a millones de cuentapropistas, desempleó a sectores populares y medios y sólo avanzó merced a una corrupción jamás vista. Al día de hoy, sin embargo, el 10 por ciento de los argentinos de menores recursos recibe el 1,4% de los ingresos guerreados por la economía, en tanto el 10 por ciento más rico se queda con el 36% de la torta.

La vigencia del paisaje de la desigualdad es actualmente la prueba de que la pieza nueva del tablero, que es el objetivo crecimiento económico, no roza estos guarismos, no los mueve, no va al punto en el que la gente real, concreta, con nombre y apellido, siente su vida respaldada por un proceso político, sea éste cual fuere y enuncie lo que enuncie. Lo cierto es que esa medida, la que separa a los más ricos de los más pobres, es una vara que mide no sólo el estado de ánimo colectivo o, para decirlo de otro modo, el dato que revela si hay o no un cambio. No lo hay. En ese punto crucial, los beneficiarios de antes siguen siendo los mismos de los 90, y los castigados de los 90 son los de hoy. Cuando se habla de deuda social, se habla de esto.

Fuente de datos: Diario El Tribuno - Salta 21-11-05 / Rosario Net 20-11-05

 


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