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Por Sandra Russo
(APE).- Trescientos maestros de todo el país participaron de una encuesta organizada por la Asociación de Padrinos de Alumnos y Escuelas Rurales (APAER). Allí se difundieron datos que obligan a mantener la guardia en alto cada vez que asoman los balances o paisajes optimistas en relación al hambre de los chicos argentinos. María Argentina Ovejero, maestra de la escuela rural N° 20 de Catamarca, dijo que allí se debe alimentar a los chicos a razón de cincuenta centavos por día y por cápita. Desayuno y almuerzo. Gabriel Romero, de la escuela N° 760, del Chaco, se las ve peor: cuenta con treinta centavos para palear el hambre de sus treinta y ocho alumnos, ya que recibe partidas solamente para treinta. Esos datos se replican a sí mismos en otras escuelas y en otros puntos del país. ¿Cómo hacen? El maestro Romero lo explica sencillamente: “No salimos del guiso”.
A tres años del punto más álgido de la crisis económica y social que vivió la Argentina, guisos, fideos, pan y tortas fritas, acompañando el mate cocido, siguen siendo ingredientes fundamentales en la dieta de millones de alumnos. De acuerdo a las respuestas de los docentes que concurrieron a este encuentro, el 73% de los chicos en edad escolar son alimentados por el Estado a base de esa dieta que derrocha hidratos de carbono y que los priva de las necesarias proteínas.
“Menos hambre hay”, indica Sergio Britos, del Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni), “pero difícilmente estemos mejor que hace dos o tres años. Los programas alimentarios llenaron los estómagos de alimentos secos y calóricos, que aportan gran valor energético, pero que no solucionan la carencia de micronutrientes que presenta el 25% de los chicos argentinos”.
“Nos encontramos ante un alerta rojo nutricional que debe ser tenido en cuenta porque estamos desarrollando, en estas zonas rurales, una generación de niños físicamente débiles y con un bajo coeficiente intelectual”, señala el informe de APAER, que adjunta la serie completa de fichas de las encuestas. De ellas se desprende que sólo el 31,5% de los alumnos come carne junto con hidratos de carbono. Y sólo el 15,3% de los maestros que concurrieron al encuentro respondió que en la dieta de sus escuelas están incluidas las frutas y las verduras. Apenas el 7,2% mencionó alimentos como huevos o lácteos.
En la nota de La Nación, medio donde fue publicado este informe, se deja constancia de que se intentó hablar con el ministro de Salud, Ginés González García, para cotejar estos datos. Pero “nunca fue posible hallarlo”, escribe Evangelina Himitian, que firma la nota. Desde el ministerio, en el último año, se ha indicado que hubo un descenso en la desnutrición infantil, y se sabe que la Encuesta Nacional de Desnutrición, que está increíblemente pendiente, recién comenzó a hacerse hace un año. Por eso “resulta muy llamativo que el país venga gastando recursos en programas alimentarios sin tener aún un diagnóstico certero del estado de la desnutrición”, apunta por su lado Pablo Vinocur, coordinador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Paralelamente, lo que va de suyo: mientras no se allane el tema del hambre de frente y por los cuernos, es decir, mientras el hambre sea combatida solamente con entremeses baratos que distraigan pero no igualen a los hambrientos en sus capacidades y oportunidades, el tema escolar permanece en un segundo plano, cerrando el círculo altamente vicioso que hace de los pobres padres de nuevos pobres.
Fuente de datos: Diario La Nación 09-11-05
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