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Por Sandra Russo
(APE).- Santiago del Estero. Barrio Isabel La Católica. El nombre se lo debe ese barrio a la cercanía con la Universidad Católica de Santiago del Estero, que es privada y que recibe en sus aulas a los jóvenes dueños de los autos último modelo que están estacionados en las inmediaciones. El barrio, en cambio, es pobre. Muy pobre. Uno de los más pobres.
Allí vive Zulma, que debe tener apellido. ¿Cuál será el apellido de Zulma? No lo sabemos. La información consigna sólo su nombre de pila, porque Zulma y su drama forman parte de la pila anónima de dramas que están teniendo lugar exactamente ahora mismo.
Zulma tenía cinco hijos, pero ahora tiene cuatro. Nachito tenía seis años, pero cuando murió, hace unos meses, pesaba lo que debe pesar un nene de dos. Estaba desnutrido. Murió por eso. Zulma está sola con sus hijos. El marido la abandonó hace mucho. Cobra un plan Jefes de Hogar y se las rebusca, dice, con los cartones. ¿Qué querrá decir que se las “rebusca”? Rebuscar es buscar y buscar y buscar. No se las rebusca lo suficiente a pesar de que ella, hundida en su condición y en su dolor, declare que “Gracias a Dios y a que el gobierno me ayuda a mí y a mis chicos, no les falta la leche”.
Pero para Nachito la ayuda no llegó a tiempo o fue escasa, o fue negligente o incompleta, o hipócrita o cruel. “Mi chiquito me miraba y me pedía comida y yo no tenía nada para darle”, dice. Entrar a esa escena supone una cuota de dolor inimaginable. Hay que ponerse en el lugar de Zulma. Ver que un chico, un hijo, tiene hambre y no tener nada para darle. ¿Quién se atreve a ponerse en el lugar de Zulma sin cargar con el peso de una angustia inenarrable?
“Algunas veces, tengo que decírselo, en la mamadera con el mate cocido le ponía alcohol o vino para que se durmieran y no pidieran más comida. No se las podía dar”, se sincera Zulma, y hay que soportar ese tipo de sinceridades. ¿O no? Hay que soportarlas.
La desnutrición en Santiago del Estero es una plaga conocida. En ese provincia que el gobierno totalitario de los Juárez mantuvo de rehén durante medio siglo, los pobres siempre fueron usados como carne de urna. Y nada más. Y ellos, algunos de los cuales, como Zulma, se vieron obligados a la degradación y al trauma constante que la degradación provoca, todavía tienen de sí una idea tan magra, que agradecen a Dios o al gobierno la leche que toman sus hijos. ¿Cómo sería posible calcular la deuda que el Estado tiene con personas como Zulma? ¿Cómo se mide esa deuda? ¿Quién la paga?
Fuente de datos: Diario La Nación 09-11-05
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