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Por Alberto Morlachetti
(APE).- Si alguien -como escribe Gelman- nos hizo ver a Dios como un sueño clandestino de los desamparados o una belleza que se parece a cualquier hombre o mujer fue mi querido Carlitos Cajade. Hermano, compañero que abría las calles y ponía una "estrella en el sitio del hambre" y esa esperanza tuya -tan propia y tan nuestra- en los países hermosos que crecían en tu alma.
Yo quiero celebrar tu vida y esas golondrinas que inventabas y echabas al aire para anunciar la primavera. Me queda -apenas- una sonrisa para mostrarle al mundo como era tu inmensa alegría.
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