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Por Carlos del Frade
(APE).- “Era el país de los grandes ríos y las selvas de pesadilla”, era la frase que se repetía entre los cronistas españoles al describir aquel misterioso territorio poblado por rebeldes matacos, chiriguanos y tobas que llamaban a la cacería colectiva con la palabra chaco, la encerrona de las vicuñas, acto masivo y popular en donde se respetaba la vida, el ecosistema, para que sigan alumbrando todas las especies en esa región del mundo.
En aquel país de los grandes ríos y selvas de pesadilla, hace sesenta y nueve años atrás, en medio de la llamada década infame, fue fundada una localidad. Le pusieron como nombre Castelli, en homenaje a Juan José, aquel que fuera el orador de la revolución de mayo. Varias veces sentenciado por el gobierno de Buenos Aires, siempre apurado por mantener relaciones carnales con la potencia imperialista de entonces, Gran Bretaña. Castelli, Juan José, se murió por cáncer de lengua. Y escribió, estragado por el dolor de la traición: “Si ves al futuro, dile que no venga”. Castelli, el verbo de la revolución, se murió de una sequía impuesta contra su lengua.
Hoy, la ciudad de 36 mil habitantes que se llama Castelli, ya lleva más de medio año sin lluvias y está sitiada por los peores fantasmas de la sequía. También una sequía impuesta. No nacida de la naturaleza.
-Las cañerías funcionan dos horas por día, pero el agua no alcanza a subir a los tanques; entonces hay que juntarla en tanques o fuentones abajo y luego subirla con motor. Esto es con la gente del centro, pero los que viven en los barrios alejados, hace mucho tiempo que buscan agua de las canillas públicas y se pelean, inclusive van armados con cuchillos, por la desesperación. La televisión local va con el intendente y hacen política con la necesidad de la gente.
Había un proyecto hace mucho tiempo atrás de la canalización del Bermejo pero nunca lo llevaron a cabo a pesar de que se invirtió mucho dinero en el mismo.
En el caso nuestro, que es una escuela rural, tenemos agua de aljibe con buena cantidad y vamos a soportar la sequía -dice un maestro de la zona rural de Castelli al describir el presente.
Pero hay una historia del presente.
En tiempos de un amigo de Juan José Castelli, un tal Manuel Belgrano escribió que había que canalizar dos ríos que venían del norte, el Salado y el Bermejo.
Aquel proyecto de Belgrano, como tantos otros de Don Manuel, fueron ninguneados y hoy el agua del Bermejo parece indiferente a las vidas de los habitantes de la ciudad que lleva el nombre de su compañero de ideas y armas.
Hace casi doscientos años que viene hablándose de canalizar el Bermejo para no tener problemas exagerados: ni inundaciones ni sequías. No se canalizaron las aguas del Bermejo y las consecuencias fueron las inundaciones de la década del ochenta y primera parte de los años noventa del siglo veinte y la actual sequía que golpea a los habitantes del Chaco.
Pero la sequía tiene otros nacimientos. La expansión de la llamada frontera agropecuaria. La impiadosa masacre de montes y selvas originales que ordenan los nuevos dueños de la tierra como urgentes y necesarios sacrificios para inmolar en el altar del dios actual, la soja.
Castelli, la población de 36 mil habitantes que hoy sufre la sequía, está a las puertas del otrora “El Impenetrable”, leyenda que ya no existe salvo en el país de la melancolía.
“El Impenetrable” ha sido despedazado a fuerza de quemas, deforestación y tierra arrasada en pos de la soja, del designio imperial que impone Monsanto y acatan sus jefes de personal locales, autoridades de los estados provinciales y comunales.
La soja sigue los pasos de La Forestal. Pan para hoy, hambre para mañana. Aunque los tiempos son más urgentes y por eso el desierto, la sequía, también se percibe en el presente.
-Nos convertimos en una ciudad de vampiros -sostiene un vecino ante el corresponsal de un diario de alcance nacional.
En realidad, Castelli, ciudad estragada por la pobreza impuesta, por la sequía construida en el país de los grandes ríos, viene siendo víctima de vampiros que desde hace décadas le chupan la vida a la tierra que siempre fue generosa para los habitantes del lugar.
Los vampiros no viven en Castelli, sino en el corazón mismo de la historia de un país robado, consecuencia de esos por ahora invictos ladrones de naturaleza que vienen haciendo desastres desde hace mucho tiempo.
Curiosa y dramática similitud entre el destino individual de Castelli, Juan José, y Castelli, la población chaqueña. Ambos podrían repetir aquello de que si ven el futuro, mejor que no venga. Es hora de cambiar el presente. Para que haya agua en el país de los grandes ríos, para que los pájaros de increíbles colores vuelvan a cantarle a la vida y los chicos repitan el milagro cotidiano de la sonrisa y la ternura sin límites.
Fuente de datos: Agencia Walsh 05-10-05 / Diarios Infobae 30-09-05 y Clarín 03-10-05
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