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Por Néstor Sappietro
(APe).- Triste destino el de algunas palabras, condenadas desde siempre a acompañar las crónicas más bestiales.
Un ejemplo de esta predestinación es el que trae encima el vocablo desalojo.
Nada bueno viene detrás de la palabra desalojo, nada bueno.
El desalojo trae encima un grito despiadado: ¡Todos afuera!
Aunque no haya dónde ir, aunque lloren los bebes, aunque la tormenta, aunque el frío... ¡Todos afuera!
Por las buenas o por las malas ¡Todos afuera!
Hay que limpiar el terreno, barrer a los pobres, quemarles sus casuchas de cartón.
Si no lo entienden se los correrá a tiros, y además, quedarán detenidos.
El desalojo es el abismo más profundo, la condena brutal a la intemperie, el lugar donde la exclusión se consolida.
Todo eso es el desalojo.
Esta vez, sucedió en Neuquén, en un predio que pertenece a la provincia, y la crónica transita la bestialidad de quien avasalla y la desesperación del despojado...
“Una mujer descompuesta por los gases que arrojaron los uniformados dentro de su vivienda. La policía tiró abajo las casillas y las carpas. El barrio fue un caos de balazos de goma, gases lacrimógenos y piedrazos. Los ocupantes denunciaron que no hubo orden de desalojo... La fuerza aseguró que solo se 'limpió el terreno'”.
“Solo se limpió el terreno...”, aseguró la fuerza. Expresión que parece referirse a un lugar donde van a parar los residuos. El caso es que en el sitio al que hace referencia, vivía gente.
Los grupos especiales de la policía de la provincia de Neuquén irrumpieron en la toma del Barrio Don Bosco conocida como 127 Hectáreas y desalojaron a las 22 familias que estaban asentadas en el lugar con gases lacrimógenos, balas de goma y quemando las casillas...
“Nos despertaron y nos dijeron que nos iban a revisar para hacer un relevamiento, pero empezaron a tirar casillas, prenderlas fuego y a cortar las carpas”, contó Víctor, uno de los jóvenes que vive en el lugar y agregó, “nos sacaron a todos y sin orden de desalojo, vinieron con sierras, con palos, no dieron explicaciones y nos sacaron”.
Si a semejante muestra de barbarie “las fuerzas del bien” le llaman “limpieza de un terreno”, no quiera usted saber qué entenderán estos hombres por brutal represión.
La crónica cuenta que al atardecer la represión policial recrudeció. Los policías comenzaron a correr a los jóvenes por la calle, los gases lacrimógenos invadieron las casas y los vecinos indignados denunciaron que “las balas de goma empezaron a dispararse a mansalva”.
Así es como se lleva a cabo la batalla contra la pobreza. Un grupo de uniformados ingresó en una casa, arrojó tres bombas lacrimógenas hasta que los habitantes de la precaria construcción salieron descompuestos, incluso un bebé debió ser trasladado al hospital.
Una vecina, Vivian Carabajal, relató el trato humillante que reciben de parte de la policía neuquina: “la policía a la noche reprime, reprime a los chicos, los saca de las casillas y los reprime. No nos dejan vivir, nos requisan como si estuviéramos en celdas en una comisaría. Nos requisan adentro de las carpas”.
La mujer contó que ella misma fue baleada cuando tenía a su hija en brazos. “Yo estaba con mi nena en brazos de 4 años que tiene el sindrome de Kawazaki, que tiene aneurismas al corazón y que un gas lacrimógeno le puede producir la muerte, y ellos me tiraron un escopetazo”.
El desalojo siempre es el destino de los que no tienen un mostrador donde presentar su queja. Se sabe que los mostradores están habilitados solo para quien pueda ostentar una escritura propietaria libre de deudas, libre de hambre, libre de pestes, libre de angustia... y también se sabe que no hay pobres que puedan llenar esos formularios.
Fuentes de datos:
Redacción On Line y Agencia Neuquén 05-11-09 / Farco 05-11-09 y CYN digital 06-11-09
Edición: 1634
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