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Por Carlos del Frade
(APe).- Un poco menos de sesenta años antes que Colón llegara a América, la palabra apareció en España.
Eran tiempos de inquisiciones, de oscuridades, de los reyes Isabel y Fernando, cuando la conciencia estaba sumergida en el miedo impuesto por unos pocos.
Dicen los etimólogos que la palabra carcinoma apareció en el año 1438 entre los habitantes de la península.
Era sinónimo de cangrejo y se usó por comparación para designar el sentido de “tenaza, instrumento de tortura”.
De ese mismo vocablo derivó la palabra cáncer.
Y ambas fueron mezcladas por el hablar popular y terminaron provocando el nacimiento de la palabra cárcel.
Las cárceles, desde entonces, eran una permanente sumatoria de torturas y enfermedades mortales.
Las cárceles eran, en el origen de las palabras en el castellano, una enfermedad terminal, las cárceles eran el cáncer de la sociedad.
Una sociedad abría las rejas para inocular el cáncer a los que decidía castigar.
Las raíces de las palabras suelen explicar las lógicas de ciertas instituciones.
A pesar de que la Constitución Nacional hable de las cárceles como lugares para rehabilitar a los detenidos, la realidad histórica de las prisiones en la principal provincia de la Argentina devuelve los tiempos originales de la palabra.
“La tortura sigue siendo práctica generalizada en las cárceles provinciales. El submarino seco, los palazos, las golpizas, la picana eléctrica, los traslados constantes, las duchas o manguerazos de agua helada, el aislamiento como castigo, constituyen un muestrario de prácticas vigentes en cárceles provinciales”, sostiene el documento presentado por el Comité contra la Tortura de la Comisión por la Memoria de la provincia de Buenos Aires.
Allí se lee que durante el año 2008 murieron ciento doce personas, a razón de un muerto cada tres días.
Para el Comité, la política del Ministro de Seguridad de Buenos Aires, Carlos Stornelli, “representó un retroceso. Los resultados de esa política fueron el uso cada vez más extendido de prácticas arbitrarias como las torturas, suicidios sospechosos en comisarías y un nuevo caso de desaparición forzada de persona: el joven Luciano Arruga, de 17 años, que fue visto por última vez en una comisaría de Lomas del Mirador”.
Otros datos del informe revelaron que casi la tercera parte de las muertes fue causada por peleas, asesinatos, heridas de arma blanca, electrocución y suicidio por ahorcamiento.
El Comité destacó el incremento de la cantidad de mujeres detenidas y acusadas por tenencia simple de drogas.
Pero quizás el dato de mayor profundidad es que se registraron 19 hechos violentos por día.
Una clara demostración que en las cárceles de la provincia de Buenos Aires se hace realidad la etimología del término.
Son lugares que multiplican la tortura y se convierten en enfermedades terminales para los que pueblan sus espacios.
La edad media está vigente en pleno siglo veintiuno.
Fuente de datos:
Diario Crítica de la Argentina 06-08-09
Edición: 1570
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