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Por Carlos del Frade
(APe).- El escritor inglés Charles Dickens dio cuenta de la explotación de las chicas y los chicos en las minas de carbón de su país.
Fue a fines del siglo diecinueve cuando la llamada revolución industrial puso en el altar de la sociedad a la explotación de los más débiles a cambio de recibir los favores de la multiplicación de las ganancias.
Dickens describió el problema en “Tiempos difíciles” y sus cuentos juveniles donde los héroes eran pibas y pibes que escapaban de semejante hoguera que quemaba sin piedad la niñez y la adolescencia.
No hay cifras que reflejen cuántos niños costó el desarrollo inglés del siglo diecinueve.
Apenas hay pinturas y relatos para el espanto.
Del otro lado del mar, en estas tierras semicoloniales, producir carbón sigue siendo cosa de pibas y pibes.
Sucede en el norte santafesino, en casi todo el territorio chaqueño, en los montes salteño y jujeño, en Santiago del Estero, Formosa, Misiones y Corrientes.
Centenares de cachorros humanos ponen en juego sus pulmones a cambio del carbón que será pagado en monedas.
Sin embargo el drama nunca termina en un solo capítulo en estos arrabales del mundo.
Hay pibas y pibes desesperados que buscan robar el carbón que traen algunos trenes para intentar venderlo en una especie de mercado ilegal rantifuso que se alimenta de tanta niñez desprotegida.
Lo cuentan las crónicas periodísticas de lo que sucede en Mendoza.
Dicen, esos relatos, que los robos al tren del carbón constituyen un drama social y es verdad.
Ya hay varias muertes de pibes que intentan apilar el mineral al costado de las vías.
“Un grupo de chicos logran frenar el tren y se suben a los vagones, muy cerca de los custodios. Estamos en Perdriel, Luján de Cuyo. Bajo un tanque, se pueden ver prolijamente amontonadas bolsas de unos 20 kilos de carbón de coque, mientras los jóvenes esperan recolectar más. Algunos notan que hay periodistas y se suben los buzos para taparse las caras, al estilo piquetero. Otros, llevan barbijos para no respirar el coque. -Están organizados en cooperativas. Después lo venden a unos 70 pesos la bolsa. Es un carbón de alto poder de combustión pero muy tóxico. Lo utilizan fraguas, fundiciones, criaderos de pollos, los hornos de ladrillos, y hasta los agricultores para espantar la helada- cuenta uno de los que va en el tren y conoce esta parte del negocio. -Si lo usaran en la casa para calefaccionarse, tendríamos muertos todo el tiempo por asfixia...”, dice la nota escrita en primera persona.
La cantidad que “logran robar los jóvenes cada vez es ínfima, en comparación con los 17 vagones cargados hasta arriba del preciado combustible, desecho de la Destilería que Repsol tiene en Luján. Lo que se pierde, realmente, es tiempo. Cada parada del tren a causa de los jóvenes vándalos significa que la cadena comercial se atrasa, lo que para ALL, la empresa propietaria de la formación, es un problema. Y además, está el peligro, claro, tanto para los atacantes como para los policías”, advierte el cronista.
Una vez más el carbón es sinónimo de pibes desesperados. Como en el siglo diecinueve, como en el veinte, también sucede en el tercer milenio. Por encima del mineral lo que parece que está ardiendo es la niñez en la Argentina y hay pocos que tienen ganas de terminar con semejante devastación.
Fuente de datos:
Periódico MDZ Online - Mendoza 19-05-09
Edición: 1517
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