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Por Néstor Sappietro (APE)
Pasaron casi 35 años del “villazo”, aquella gesta popular nacida en Villa Constitución promovida por los trabajadores del sur santafesino contra el poder económico, en la que participaron junto a los metalúrgicos, los obreros textiles, los docentes, el Centro de Comerciantes, una comisión de mujeres apoyando a los trabajadores y hasta los pibes que cuando jugaban a los cowboys decían que los malos eran “fachos”.
A casi 35 años de semejante demostración de conciencia política, aparece una información nacida en las entrañas de aquel lugar que desesperanza.
En Villa Constitución se lanzó un censo para señalar a los inmigrantes pobres.
Los vecinos “autoconvocados” reclamaron al municipio que lleve adelante el relevamiento para identificar al villero extranjero para así enfrentar “los crecientes robos y hechos de violencia”.
En las últimas semanas, un grupo de asistentes sociales visitó los distintos asentamientos irregulares y pasó casa por casa para “relevar su situación”, y de paso, conocer su origen para así saber “cuántos son los villeros no villenses”.
La modalidad se repite en distintos puntos de nuestro territorio.
Hace unos días dábamos cuenta de una situación similar ocurrida en La Paz, una localidad de Entre Ríos, donde “los vecinos de las calles asfaltadas” exigen a las autoridades que frenen la llegada de pobres... y cómo no mencionar, en el colmo de la discriminación, al tristemente célebre muro de San Isidro con la idea de aislar a un barrio pobre.
Las autoridades municipales, en todos los casos, terminan accediendo a la presión de la intolerancia. El intendente de Villa Constitución, Horacio Vaquié, señaló “que de unas 100 familias registradas en dos de los barrios bajos, sólo ocho eran de ‘afuera’. Son de la ciudad de Santa Fe y de Reconquista, y llegaron en la época de la inundación, hace varios años”.
Sin embargo, aunque las sospechas no se puedan confirmar, la culpa de todo la tienen los pobres. Esa parece ser la consigna. Hay que expulsar a los pobres a algún rincón oscuro del Universo. Un lugar donde no molesten.
La cruzada contra los pobres echó mano también a la tecnología con la creación del blog www.villasinvillas.blogspot.com, que “recluta gente que no está de acuerdo con la radicación de villas miseria en la ciudad”.
En ese sentido, la crónica periodística es por demás elocuente: “Reno Dona sale de su casa colonial en barrio Congreve, en el centro de Villa Constitución, apunta su dedo hacia las barrancas del río y sentencia: ‘Ven allá. Eso lo vamos a limpiar todo. Sacar los árboles y desmalezar. Y ya pedimos alambre de púas a Acindar para cercar el lugar’”, su mujer, en tanto, afirma que “los que nos roban se guarecen en esos árboles”.
El informe presenta algunas cifras que develan las auténticas razones de la inseguridad. “Villa Constitución atraviesa una profunda crisis laboral como consecuencia de la caída de la industria metalmecánica. Según dijo el intendente, Acindar ‘jubiló’ a 400 empleados, Paraná Metal tiene un régimen de suspensiones que afecta a 800 y el recorte perjudicó a otros 600 trabajadores de talleres y contratistas satélites de esas empresas”.
Algo más que los 35 años pasaron desde aquel “villazo” gestado por una sociedad que decidió enfrentarse al poder económico con una conciencia política clara que distinguía dónde se escondía el enemigo, en la cual hasta los pibes sabían que los malos eran los “fachos”.
Algo más que los 35 años pasaron para llegar a esta sociedad que tiene como toda aspiración de futuro un censo para identificar y expulsar a los inmigrantes pobres.
Pasó la construcción del olvido. Pasó el individualismo más feroz.
Por esa razón, se nos ocurren algunas preguntas para que los censistas realicen a los vecinos de las calles asfaltadas:
De las personas que habitan este hogar ¿Cuántas son las que creen que la solidaridad es un valor irremplazable y que suele andar abrazada a la renuncia?
¿Cree que la inseguridad la provocan los hambreados o los hambreadores?
¿En cuánto lo afecta el tamaño de la exclusión?
Es probable que el cuestionario sea algo engorroso, pero también es cierto que algunas de estas preguntas responderían en serio, quiénes somos, cómo estamos y si será posible descontar la ventaja que nos viene sacando la infamia.
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