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Por Oscar Taffetani
(APe).- Una caravana con alimentos, medicinas, ropa y juguetes donados por ciudadanos británicos a niños palestinos llegará este 2 de marzo a Rafah, frontera entre Egipto y la Franja de Gaza. Son 100 camiones y alrededor de 200 voluntarios, convocados por organizaciones políticas y humanitarias.
Este mismo 2 de marzo será inaugurada en El Cairo la primera Conferencia Internacional de Donantes para Gaza, a la que ya ha comprometido su asistencia la flamante secretaria de Estado del gabinete de Obama, Hillary Clinton.
Entre el 11 y el 13 de marzo, ya en territorio gazano, se dictará el tercer seminario titulado Cirugía de Guerra, organizado por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Participarán de él más de 60 cirujanos palestinos y un número semejante de enfermeros, socorristas y expertos con misiones cumplidas en Iraq, Sri-Lanka, Líbano, Chad, Kenia, Sudán, Congo-Kinshasa y Afganistán. “Se debatirán -leemos en un cable- las últimas técnicas para tratamiento de heridas causadas por armas. Habrá sesiones sobre balística, ortopedia y prótesis. También se estudiará el tratamiento de heridas vasculares y abdominales…”
Cifras, datos, estadísticas
El bombardeo por aire, mar y tierra sufrido por la población de Gaza entre el 27 de diciembre de 2008 y el 17 de enero de 2009 arrojó el saldo provisorio de 1.330 civiles muertos. Un 60% de esos civiles eran niños.
La cuenta de heridos graves llegó, para la misma fecha, a 5.450. De esos heridos graves, sin contar los que han ido muriendo tras el cese del fuego, unos 1.600 sufrirán incapacidades permanentes. “Entre éstas -leemos en un reporte- se destacan las amputaciones, las secciones de la médula espinal, las heridas craneales, las grandes quemaduras y las contracturas cicatriciales incapacitantes”.
Dado que en el ataque a Gaza se utilizaron -según observaron médicos experimentados- bombas del tipo DIME (cargadas con material inerte denso) “los muñones de los mutilados, aparte de mostrar el corte característico a la guillotina, no sangraban”. Más graves que las amputaciones y mutilaciones han sido las microheridas provocadas por las DIME, ya que “causan neoplasia en las células osteoblásicas, es decir, cáncer”.
También se emplearon en Gaza (de un modo prohibido por la Convención de Ginebra para zonas habitadas por civiles) bombas-racimo de fósforo blanco. En esta oportunidad -apuntan los expertos- “el fósforo fue tratado con un agente estabilizador que impide que se consuma por completo, logrando así un efecto residual”. Ya se reportaron casos de envenenamiento por tocar o inhalar el fósforo residual en campos de cultivo, plazas de juegos infantiles y complejos habitacionales.
El negocio de reconstruir
La Franja de Gaza es un exiguo territorio de 8 kilómetros de ancho por 40 de largo. Viven allí un millón y medio de palestinos, el 70% de los cuales tiene menos de 18 años de edad.
Los bombardeos de diciembre-enero destruyeron el edificio del Parlamento y las sedes de 16 ministerios del Estado Palestino, cientos de cuarteles y puestos policiales, algunos hospitales, cerca de mil talleres y fábricas, 40 mezquitas y un número importante de escuelas, más algunos edificios emblemáticos como la sede principal de las Naciones Unidas o la Facultad de Ingeniería de la Universidad Islámica.
De los 21.000 hogares de Gaza sobre los que cayeron las bombas, 4.000 quedaron totalmente destruidos. Los gazauis que quedaron sin techo, después del ataque, suman 100 mil. En su mayor parte, ahora, deberán dejar la ciudad y marchar a un campamento de refugiados.
Los traumas y daños psíquicos irreversibles, a raíz del largo bloqueo primero y de los bombardeos después, son frecuentes. “El 62% de la población civil -afirma el psicólogo Fadel Abu Hein- estuvo expuesto a las bombas de la aviación israelí, y el 74% aguardaba la muerte en cualquier momento…”
Se estima que la reconstrucción de Gaza tendrá un costo de 1.600 millones de euros. Para determinar quién (y cuándo y cómo) administrará esa ayuda crediticia de bancos y organismos internacionales, es que se ha organizado la Conferencia de El Cairo, este 2 de marzo.
Más que de resucitar a los muertos (algo que no está previsto hasta el fin de los tiempos) o de hacer crecer los bracitos y piecitos que cortaron las DIME (milagro que la clonación todavía no ha logrado), se trata de volver a construir redes de agua potable y cloacas, líneas de transporte de gas y electricidad, puentes y caminos, edificios públicos, barrios y monobloques de viviendas, en fin, todo lo que el capitalismo trasnacional del siglo XXI puede hacer y deshacer sin límite, mientras la criatura humana (variable despreciada por los ingenieros y los contratistas) agoniza y sufre.
La desmemoria al poder
“¿Cuándo fue que dejamos de evitar las muertes civiles en las guerras?”, se pregunta en The Independent Robert Fisk, periodista y relator de Derechos Humanos de la ONU, destacado en el Cercano Oriente.
Sería más certero que nos preguntáramos cuándo fue que comenzamos a olvidar Guernica. Cuándo desapareció la cicatriz de Auschwitz de nuestros corazones. Qué viento maligno sopló por la llanura de Hiroshima y disipó nuestra memoria del horror.
Porque la cuestión de fondo no es la precisión científica, digital, sobre el comienzo de la anomalía. La cuestión de fondo es esta misma normalidad que la sociedad contemporánea ha ido construyendo, dejando de sorprenderse, dejando de indignarse, inmunizándose ante el horror.
Cuando los crímenes se han naturalizado, cuando se vuelven cotidianos y aceptados, las instituciones humanas se convierten inevitablemente en burocracia, en cáscara vacía. O en coartadas para perpetrar nuevas masacres.
La Historia es maestra de vida, dijo un tribuno del mundo antiguo. Por eso la amnesia y la desmemoria -inferimos- son auténticas enemigas de la vida.
Edición: 1450
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